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Alvar Núñez Cabeza de Vaca: una mirada desde la
Antropología
Alvar Núñez Cabeza de Vaca: a look from anthropology
DRA. MARTHA MONZÓN FLORES
Universidad Nacional Autónoma de México, Distrito Federal, México (monzonshine@gmail.
com)(https://orcid.org/0000-0001-5794-6698)
RESUMEN:
Es muy probable que la destrucción de México Tenochtitlán
en poco menos de dos años, haya inyectado conanza a los
conquistadores, que casi de inmediato buscaron nuevos derroteros
para cumplimentar su ambición desmedida por obtener riqueza.
Cuál sería su sorpresa, al constatar que al norte, había otras naciones
a las que nunca lograron dominar del todo, ya que ahí habitaban
grupos étnicos que los resistieron ferozmente.
En fechas muy tempranas de la ocupación hispana, Álvar Núñez
Cabeza de Vaca recorre parte de ese territorio norteño y narra
tiempo después su experiencia de vida, al confrontarse con algunas
etnias ahora ya extintas, y por esa razón, el rescate de los rasgos
inherentes a sus culturas cobran interés, a n de ir construyendo
el conocimiento de esos grupos humanos. Es la pretensión de este
documento. La metodología de la que se parte, más que etnográca
es histórica, un análisis e interpretación de los documentos y de las
lecturas que se han dado sobre estas etnias.
ABSTRACT:
It is very likely that the destruction of Mexico Tenochtitlán in just
under two years has injected condence into the conquerors, who
almost immediately sought new paths to fulll their inordinate
ambition to obtain wealth. What would be your surprise, when you
found that to the north, there were other nations that they never
managed to completely dominate, since there were ethnic groups
that ercely resisted them.
In the very early dates of the Hispanic occupation, Álvar Núñez
Cabeza de Vaca travels part of that northern territory and later
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580
PÁGINAS 70-83/ RECIBIDO: 07-10-2020/ APROBADO: 11-11-2020
DOI: https://doi.org/10.53645/revprop.v2i2.48
www.revpropulsion.cl
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narrates his life experience, when confronting some ethnic groups now extinct,
and for that reason, the rescue of the inherent traits of their cultures gain interest,
in order to build the knowledge of these human groups. It is the claim of this
document. The starting methodology, more than ethnographic, is historical, an
analysis and interpretation of the documents and the readings that have been
given about these ethnic groups.
PALABRAS CLAVE / KEY WORDS
antropología, cultura, migración, conquista, etnia, mesoamérica. / anthropology,
culture, migration, conquest, ethnicity, mesoamerica.
1. INTRODUCCIÓN
Después de los primeros encuentros, la conquista de tierras americanas por parte de
los españoles prometía ser una empresa relativamente fácil y exitosa. En Mesoamérica
hubo resistencias y complicidades que se explican por las políticas militares y económicas
imperantes en el Postclásico, por un lado, y, por el otro, por la desmedida ambición de
los conquistadores y su intención de imponer un nuevo régimen. En ese contexto, y en
un tiempo relativamente breve, gobernantes y poblaciones enteras no sólo aceptaron ser
parte del nuevo orden, sino fueron partícipes activos del avance español hacia regiones aún
desconocidas.
Sabemos que no todo el territorio fue dominado fácilmente. Hubo regiones que se
opusieron radicalmente a la ocupación española, sobre todo, en el norte del país, donde
se ubicaban grupos étnicos que tenían otra historia, tan diversa como la gran cantidad de
ecosistemas que ahí coexisten, –con sus variantes regionales y culturales. Podríamos decir
que, en su gran mayoría, los pueblos del norte fueron quienes trataron de impedir a toda
costa el embate español.
Conocer esta otra historia de nuestro país ayuda a ubicar, con una aproximación relativa,
la región a la que se enfrentaron y las etnias con las que convivieron Alvar Núñez Cabeza
de Vaca y demás expedicionarios. Por ello, el objetivo de este documento es analizar las
narraciones que hace este autor con respecto a los grupos étnicos americanos –ahora casi
todos extintos–, durante la larga travesía que él y sus compañeros llevaron a cabo por el sur
de los Estados Unidos y el norte de México, así como resaltar el valor de corte etnográco de
sus narraciones.
El producto de tal aventura me sirve para examinarlo con base en los fundamentos que
proporciona la etnografía y recuperar del texto los elementos propios de la disciplina: en
especíco, el dato duro, en este caso, apoyándome en el texto de Naufragios1. Texto escrito,
1  El texto que acompaña al de Naufragios, titulado Comentarios, narra la experiencia que tiene el mismo autor
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Alvar Núñez Cabeza de Vaca: una mirada desde la Antropología
según se dice, por propia mano de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en el cual relata los avatares
que pasaron, su comitiva y él, para sobrevivir en ambientes hostiles y desconocidos, después
de arribar a la Bahía de Tampa.
Eludo deliberadamente los datos relativos al contacto español, ya que pretendo construir
una imagen de lo que posiblemente eran estos grupos antes de la ocupación europea.
Al resaltar la descripción etnográca, sugiero que, por ser uno de los primeros textos que
reejan la forma de vida de los indios norteños antes de la conquista, el texto de Álvar
Núñez Cabeza de Vaca brinda elementos sucientes para aproximarnos a las etnias y a los
elementos inherentes a su cultura.
2. LA ETNOGRAFÍA EN MÉXICO
Siendo que el ocio del etnógrafo se fundamenta en el trabajo de campo, a n de obtener
la información de manera directa, de donde se deriva la descripción de todos los aspectos
de una cultura, el dato duro que se obtiene a través de ese engranaje se constituye como el
archivo/ instrumento y el medio para conocer a los grupos bajo estudio, según Ángel Palerm
(1967), sin mediar valoraciones, hipótesis ni teorías preconcebidas.
En ese sentido, la antropología social y la teoría etnológica tienen como herramienta
analítica a la etnografía, misma que se ocupa del estudio e interpretación de otras culturas,
señala los cambios por los que éstas transitan a través del tiempo y los mecanismos para
su reproducción. La etnografía tiene por objeto la comprensión del otro y de su mundo,
visto desde el lugar en que se sitúa el etnógrafo. Lo hace intentando evitar el eurocentrismo,
es decir, pretende desdibujar, en la medida de lo posible, prejuicios y estereotipos que
se han forjado en las corrientes hegemónicas sobre otras culturas. Aunque siempre serán
reconstrucciones articiales del etnógrafo, es deseable proponer modelos teóricos que
encuadren a la sociedad bajo estudio, incluyendo todos los elementos que la componen
(Barabas, 2005, p. 270-287).
En ese tenor, es fundamental recuperar el conocimiento que se adquiere con los estudios
etnográcos para comprender y, de ser posible, modicar la imagen deformada que se ha
tejido de las culturas indígenas y valorarlas en su justa dimensión. Sabemos que el etnógrafo
se mueve entre las sociedades en zonas liminales, que pueden sugerir nuevos signicados
entreverados en diferentes sistemas culturales. Se trata de la expresión de un modo, el
“nuestro”, de concebir el mundo del “otro”. La construcción de esta concepción, siempre
aproximada, es legítima cuando se identican sistemas y estructuras de signicados, así como
los tensores e imprecisiones que los sostienen y que les imprimen potencia y dinamismo
propios (Bartolomé, 2005, p. 30-55).
Es indudable que todos los ensayos que se han llevado a cabo sobre Naufragios, previos
a este, han sido de gran valía. En especíco, el de Roberto Ferrando (2000), que recupera los
elementos etnográcos, nos ha sido de gran utilidad. Sin embargo, aquí me permito rescatar
en Río de la Plata. Aunque su contenido es también muy importante, éste debe ser producto de otro estudio
pormenorizado que no cabe en el presente documento.
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los elementos constitutivos de los grupos humanos únicamente a partir del texto mismo,
para luego enlazarlos con la etnografía, a diferencia de Ferrando que hace un procedimiento
a la inversa, es decir, leyendo desde la etnografía el dato inscrito en el documento en cuestión.
3. ANTECEDENTES2
Álvar Núñez Cabeza de Vaca, como muchos de su época, fue un hombre ávido de fama,
riqueza y reconocimiento social. No hay datos contundentes de sus primeros años de vida.
Existen varias hipótesis sobre su fecha de nacimiento que incluyen las fechas tardías de
1500 y 1507. Personalmente, me inclino a considerar su nacimiento dentro de un periodo
entre 1488 y 1490, ya que, si hubiera nacido entre 1500 y 1507, habría sido demasiado joven
para ocupar el alto puesto que se le asignó en la expedición de Pánlo de Narváez en 1527.
Se sabe que sus padres fueron Teresa Cabeza de Vaca y Francisco de Vera, y que su abuelo
participó en la conquista de las Canarias y fue parte de la expedición en la conquista de
Granada (Ferrando, 2000, pág.10). El lugar de su nacimiento pudo ser Jerez de la Frontera,
Sevilla o Extremadura. Su vida estuvo marcada por las aventuras.
En 1512, se unió a la Liga Santa que luchó contra Francia. Fue partícipe de la Batalla de
Ravena y alférez en Gaeta. En 1520, combatió en la Guerra de las Comunidades y en la Batalla
de Villalar; en 1522, participó en la del Puente de la Reina en Navarra. En 1527, se embarcó en
Sanlúcar de Barrameda rumbo a la Florida, con el cargo de tesorero y alguacil mayor, en la
empresa encomendada a Pánlo de Narváez, que tuvo como n conquistar aquel territorio.
La expedición partió con 5 barcos en los que iban 600 españoles, de los que únicamente
sobrevivieron cuatro3.
En 1528, iniciaron su largo recorrido desde la Bahía de Tampa, mismo que culminó en
1536 en una travesía que puede calicarse de lamentable, con más pérdidas que ganancias,
si no es por la sobrevivencia de unos cuantos y el relato que dejaron a la posteridad. El n de
la aventura ocurrió en el poblado de Petetlán, donde se toparon con españoles comandados
por el capitán Diego de Alcaraz, quién los remitió en calidad de presos a San Miguel de
Culiacán, Sinaloa, y, de ahí, a Compostela donde gobernaba Nuño de Guzmán. Es así como,
tras ocho largos años de andanzas, nalmente arribaron a la capital de la Nueva España
donde fueron recibidos por el virrey Antonio de Mendoza y el capitán Hernán Cortés.
Nuestro autor regresó a España en 1537, para relatar sus memorias al rey Carlos V. Para
lo cual, redactó un primer documento donde enfatizaba sus servicios a la Corona, a n
de justicar su petición como Adelantado de la Florida, que le fue denegada, por cierto, y
otorgada a Hernando de Soto. A cambio, en 1540, la Corona lo nombró gobernador en Río
de la Plata, donde, según se narra en el texto denominado Comentarios, trató de imponer las
Leyes Nuevas de Indias, de 1542 que prohibían la encomienda y protegían a los indios de los
excesos y maltrato por parte de los conquistadores. Lo anterior no convino a los intereses de
2  El apartado se basa en: Estruch (1982); Ferrando (2000); Maura (1991); Obregón (1986); Tello (1973).
3  Los 4 sobrevivientes son: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera, Andrés Dorantes de
Carrión (Carranza), natural de Béjar del Castañar, Castilla La Vieja, Alonso de Castillo Maldonado, natural de
Salamanca y Estebanico, natural de Azama (Obregón, 1986, p. 13).
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los encomenderos-españoles, que en 1544 se levantaron en armas.
Ese mismo año, regresó a España en calidad de preso, donde fue juzgado por el Consejo
de Indias, resultando privado de sus cargos y condenado a prisión en la corte de Madrid. Hay
quienes aseguran que al año siguiente fue desterrado a Orán o a Argel a realizar trabajos
forzados. Al parecer, apeló dicha sentencia y no es muy claro si después de 8 años fue
absuelto o si el resto de su vida siguió reclamando a la justicia restablecer su honor y bienes.
Hay varias versiones con respecto al nal de su vida. Se dice que después del juicio fue
nombrado Presidente y/o Juez del Tribunal Supremo en Sevilla (lo cual parece improbable);
que se hizo prior en un convento en esa ciudad, o que el rey Felipe II le otorgó una pequeña
pensión para su manutención (alguna de estas dos versiones son más probables). Su muerte
pudo acaecer en 1559 o en 1564, en Sevilla o en Valladolid. En esta última ciudad, por cierto,
se encuentran depositados sus restos.
4. LA RUTA
En realidad no ha sido posible trazar con exactitud la ruta por la que Alvar Núñez Cabeza
de Vaca y demás expedicionarios transitaron. Por un lado, porque se enfrentaron a nómadas
estacionarios que no tenían asiento permanente o a grupos de agricultores incipientes de
los que desconocemos los nombres de sus pueblos. Además, hay que recordar que, a su
paso por los territorios explorados, los españoles acostumbraban adjudicarles nombres de
acuerdo con las poblaciones, y si la población en cuestión no perduraba, se perdía todo
rastro de su ubicación y denominación, por lo que la ruta propuesta en los diversos textos es
aproximada.
Aquí la referimos con sus nombres actuales.
MAPA 1. Ruta de Narváez y Cabeza de Vaca
Fuente: http://www.historia.com/index.php/2018/10/naufragios-comentarios-cabeza-de-vaca/
Sabemos que los expedicionarios salieron de Sanlúcar de Barrameda, España. Pasaron
por Santo Domingo, Cuba, Santiago, Trinidad, Cabo Corrientes y Cabo San Antonio. Llegaron
a la Bahía de Tampa. De ahí, se fueron a la costa sur de Norteamérica, Florida, Alabama,
Mississippi, Louisiana, Texas, Nuevo México, Arizona, Norte de México, Golfo de California,
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Bamoa en Guasave, Culiacán y Compostela. Cruzaron los ríos San Marcos, Mississippi, Petatlán
(hoy río Sinaloa), Magdalena y el río Bravo. En algún momento, tocaron la Isla de Galveston.
Finalmente, arribaron a la Nueva España.
5. NAUFRAGIOS, EL TEXTO
La conquista de la Nueva España y de América, en general, trajo muchos cambios en la
estructura administrativa de España. Uno de ellos fueron los informes y/o relaciones de los
conquistadores. Los adelantados tenían que entregarlos a la Corona al concluir sus hazañas
militares. Los documentos de ahí emanados se han convertido en una fuente inagotable de
información, ya que contienen toda clase de referencias al medio ambiente, a los grupos
étnicos, a su cultura y a la relación que entablaron los expedicionarios con los nativos.
Por supuesto, han sido objeto de toda suerte de clasicaciones, de acuerdo a quién, cómo,
cuándo y dónde se escribieron. Asimismo, se toma en cuenta la procedencia del autor y es
muy importante la intención del documento. Aunque con diferentes recursos y argumentos,
en términos generales, la tendencia era acreditar ante el Rey en turno los triunfos logrados a
favor de la Corona y por la gracia de Dios.
El documento que aquí nos ocupa, Naufragios, fue redactado entre 1537 y 1540. Al igual
que muchos de su época, ejemplica la justicación de las andanzas del autor con miras a
recibir la aprobación del monarca, asegurar su futuro político y social y una pensión para
la vejez. Según mi punto de vista, el texto es muy descriptivo, con pocos juicios de valor.
En contraste, nos da una vívida relatoría de los encuentros con nuevas formas de vida, a las
que los expedicionarios acceden sin otra expectativa más que la de sobrevivencia, con la
esperanza de reencontrarse con sus coterráneos y retomar su vida anterior. La imaginación
y capacidad narrativa del autor nos permiten imaginar el impacto y asombro que le causan
otras representaciones culturales a las que se enfrenta, cuando su pasado inmediato estaba
recreado básicamente por reminiscencias medievales.
En cuanto a las ediciones del texto, existe un primer documento suscrito por Álvar
Núñez Cabeza de Vaca, Alonso de Castillo y Andrés Dorantes, tres de los sobrevivientes de la
expedición, y redactada en la Nueva España. Se trata de la Relación Conjunta de 1536/1537,
enviada a la Real Audiencia de Santo Domingo en 1539. En ella, los tres personajes ponen de
maniesto las actividades llevadas a cabo en tal fallida expedición.
En la segunda versión conocida, Álvar Núñez Cabeza de Vaca se vale de la primera para
redactar los Naufragios; ahí, sus compañeros pasan a un segundo término y él toma el
protagonismo, en el sentido narrativo y como autor. Fue titulada: Relación que dio Álvar
Núñez Cabeza de Vaca de lo acaescido en las Indias en el Armada donde yba por gobernador
Pamphilo de Narbaéz. Es posible que haya sido remitida al Consejo de Indias. Se trata de
la primera publicación ocial hecha en Zamora en 1542. La segunda impresión de ésta4
4  De esta versión se vienen en cascada impresiones casi textuales, unas solo con la actualización del español
y, otras, con estudios introductorios notables. Las primeras, en su mayoría, son editadas en Madrid y, después,
traducidas a varios idiomas. Hay ediciones en: 1749,1877, 1906, 1922, 1942, 1946, 1947, 1957, 1969, 1971, 1982,1984.
Por citar las más sobresalientes.
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Alvar Núñez Cabeza de Vaca: una mirada desde la Antropología
incluye la experiencia ocurrida en Río de la Plata, y ya desde entonces se titula Naufragios y
Comentarios. Se imprime en Valladolid en 1555.
Ferrando (2000, p. 23) asegura que Álvar Núñez Cabeza de Vaca escribe una Relación5
dirigida a la Real Audiencia del Consejo de Indias, la cual transcribe Gonzalo Fernández de
Oviedo6. Se dice que en 1547 se conocieron ambos personajes y que éste último contrastó su
texto con el de Núñez Cabeza de Vaca, Relación que «había hecho imprimir esta caballero
e anda de molde». Según Fernández de Oviedo, entre las dos relaciones había severas
diferencias. Ferrando asegura que es anterior a la primera edición ocial de Valladolid en
15557.
El texto tiene una parte histórica, una antropológica y otra literaria. Ninguna tiene un peso
más grande por sobre las otras. Cada cual ocupa su lugar dentro de una narrativa descriptiva,
sin sobresaltos, prejuicios ni juicios de valor. Aunque se le ha calicado como un pionero
en la defensa de los indios, no encuentro en el texto ninguna intención de hacerlo, aunque
tampoco los estigmatiza. Hay que decir que detecto exageraciones y algunas quimeras. Es el
autor mismo que se permite conjugar todos estos elementos para trascender hasta nuestros
días.
El texto Naufragios ha sido estudiado y analizado desde varias perspectivas. Siendo la
más sobresaliente la literaria. También se le reconoce su invaluable trascendencia histórica.
Pero, sin duda, su contribución a la antropología y a la etnografía son fundamentales,
especialmente si recordamos que fueron de los primeros españoles que pisaron la región,
recorrieron su geografía por un largo tiempo y convivieron con grupos étnicos ahora ya
extintos, por lo que la descripción que éstos hacen, no solo es la primera sino, en muchos
casos, la única y, sin su aporte, poco o nada sabríamos de ellos.
Para los nes de este documento he tomado los datos de corte antropológico y trataré de
mostrar la importancia que tienen para esta disciplina. En primer lugar, el texto se inscribe
dentro de la primera etapa de la antropología mexicana al formar parte del trabajo de los
primeros cronistas8 que narraron experiencias de un mundo inimaginable en sus tierras
natales. En ese sentido, José María Muriá (1973, p. 10) hace hincapié en la necesidad que
tienen estos primeros escritores de narrar lo desconocido y transmitirlo a quienes nunca
habían pisado tierras americanas.
En segundo lugar, el autor elaboró una narrativa de lo que vivió y, aunque no llegó al
lugar con el propósito de verlos como materia de estudio ni aplicó herramientas propias
de la disciplina, al convivir directamente con los indígenas en el día a día y repensarlos
después en el relato, sin proponérselo, puso estas herramientas en práctica, dando lugar a
una descripción con un sesgo de corte antropológico.
En tercer lugar, en el texto percibo su habilidad de relatar su experiencia a través de
diálogos dignos de un antropólogo, dando cuenta de los puentes establecidos entre dos
5  Esta Relación fue transcrita por Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias, en
el libro XXXV. Su 1ª edición es en 1851.
6  De ascendencia asturiana. Nombrado por Carlos V Primer Cronista de las Indias en 1532. Su primer viaje a
América es en 1513. Fue militar y Gobernador de Santo Domingo y La Española.
7  Sin tener los documentos ociales es difícil discernir al respecto, por el momento es lo que tenemos, habría que
consultar el AGI para aclarar esta situación, que en sentido estricto no es el tema central de este texto.
8  Podemos citar a Hernán Cortés y a Bernal Díaz del Castillo.
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culturas diferentes, mediante la capacidad adaptativa a las regiones y a las etnias a las que
se enfrentaron, a pesar de que, entre la narrativa, el tiempo y las vivencias, solo medie la
memoria y la imaginación del autor.
El documento en cuestión no ha perdido vigencia ni relevancia a través del tiempo, de
tal suerte que la Real Academia Española reconoce al autor entre sus autoridades y al texto
como uno de los Clásicos de la Lengua Española, por su contribución a los americanismos y
porque en Naufragios la lengua española alcanza su máxima fuerza expresiva.
6. LOS DATOS ETNOGRÁFICOS
En este apartado, recupero del texto los datos que considero podrían caber dentro de
un análisis etnográco. Como estrategia analítica, pensé al principio dividir la información
sobre los grupos en grupos nómadas y sedentarios, sin embargo, noté que en la redacción
se muestran más similitudes que diferencias entre estas categorías. Cabe la posibilidad de
que el clima y las necesidades inherentes que compartían estos diferentes grupos los hacían
tener espacios y formas de sobrevivencia comunes, por lo que iré describiéndolos de acuerdo
al dato etnográco, sin distinción de etnias o formas de vida.
En términos de la información que nos ofrece el texto, se narran circunstancias que
posiblemente ni él mismo autor ni sus acompañantes lograban entender a cabalidad.
Aunque Núñez Cabeza de Vaca asegura que habló muchos idiomas9 –lo cual es difícil de
aceptar si tomamos en cuenta todas las vicisitudes por las que atravesaron–, el lenguaje
debió ser un factor que impidió un entendimiento medianamente adecuado en muchas
circunstancias. Es probable que en la mayoría de los casos solo expresaran sus necesidades
con señas, gestos y manipuleos. Por lo anterior, la descripción es asimétrica y, en ocasiones,
confusa.
Se mencionan los siguientes grupos étnicos: Acubadaos, Anagados, Apalaches, Arbadaos,
Atayos, Avavares, Camones (Camoles), Capoques (Caoques), Carancaguas, Coayos, Comos,
Cutalches, Cutalchiches, Charruco (Chorruco), Doguenes, Guaycones, Han, Malicones
(Maliacones), Mariames (Mareames), Mendicas, Susolas, Quevenes, Quitoles, y Yguases
(Yeguaces). Se dice que cada uno tenía poblado de origen y lenguaje particular.
He distinguido en la narración los elementos que constituyen su cotidianeidad, como
la forma de vida, el conocimiento y uso de los recursos naturales, las casas habitación, el
menaje, las herramientas de trabajo, los conictos y las armas, las estas, los instrumentos
musicales, las costumbres, el vestido, la imagen corporal, la comida y su preparación, las
relaciones familiares e interétnicas, la economía y los intercambios, las creencias, la división
del trabajo, la movilidad, las prácticas funerarias, y la medicina o uso de remedios.
En seguida, invito al lector a hacer un recorrido imaginario con nuestro autor y sus
compañeros de andanzas de lo que, suponemos, vivieron, vieron, y, años después, fue
9  Juan Francisco Maura (1991, p. 54) asegura que Fr. Toribio de Benavente Motolinia tardó 40 años en comprender
y hablar algunas lenguas indígenas.
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Alvar Núñez Cabeza de Vaca: una mirada desde la Antropología
relatado en Naufragios. De inicio10, dice que cruzaron diversos ecosistemas en los que había
ríos caudalosos y grandes lagunas, amplios desiertos, montes muy espesos con grandes
arboledas, en las que reconocieron cedros, encinos, liquidámbar, nogales, palmitos, pinos,
robles y sabinas. En cuanto a la fauna menciona conejos, leones, liebres, osos, venados,
zarigüeyas y muchos moscos. El clima era muy extremoso, con mucho frío o mucho calor.
Quienes ahí habitaban conocían muy bien su entorno. Se trataba de grupos nómadas
estacionarios y/o agricultores incipientes, que compartían una economía mixta para
sobrevivir, así que cazaban, pescaban y recolectaban lo que encontraban a su paso y todo lo
iban aderezando de tal manera que pudiera ser comestible. Para pescar tenían redes; para
cortar cuchillos de pedernal, conchas y huesos de venado; dientes de ratón para horadar;
y arcos, echas y garrotes, para cazar y defender al grupo. El autor asegura haber visto oro,
alcohol, hierro, cobre, plata y otros metales que los indios no apreciaban, ni les hallaban un
uso práctico.
Había grupos que no sembraban por no perder la cosecha, a diferencia de otros que
lo hacían tres veces al año; el producto que recogían se circunscribía a calabaza, frijol y
maíz. Asimismo, conocían los periodos de maduración de los frutos y la época en que había
pescado; para todo lo anterior eran muy diestros y ejercitados, ya que de ello dependía su
sobrevivencia.
Su dieta incluía todo recurso que, ya fuera natural o procesado, pudiera servir de alimento:
arañas, bledo, calabaza, cangrejo, codorniz, corteza de árbol, culebras, estiércol de venado,
frijol, gusano, hieros, huevo de liza o de hormiga, fruta chácan, fruta con más leche que
agua, gusanos, lagartijas, madera, maíz, mariscos, mezquite, mora de zaizas, nopales, nuez,
ostión, pájaros, pescado, polvo de paja, piñón, raíz salamanquesa, tierra, tunas, vaca (bisonte),
venado, víboras y yerbas, entre otros. Bebían muy mala agua: o de lluvia o un espumoso de
yerbas.
Sabían, por tanto, secar, guisar, moler, tostar, procesar, hacer polvo, pellas, espuma, masa
o harina de mezquite y/o de maíz. Asimismo, comían los alimentos crudos, cocidos o asados.
Utilizaban varias formas de cocción, una de ellas en hornos bajo la tierra y, otra, mediante el
uso de calabazas partidas en dos, en cuyo interior ponían agua que llevaban a ebullición con
piedras calientes mismas que iban cambiando con tenazas de palo conforme perdían calor;
ahí colocaban lo que iban a cocer. Como menaje usaban cántaros, ollas y vasos.
El trabajo se dividía por sexo y edad. Las mujeres eran muy trabajadoras. En la noche,
atizaban el horno para secar las raíces y, al amanecer, traían leña y agua a sus casas. Además,
ordenaban sus habitaciones, cargaban las esteras y servían la comida. Cuando estaban en su
costumbre (menstruación), solo preparaban los alimentos propios ya que por superstición
los demás no debían comerla. Los hombres eran holgazanes, borrachos y mentirosos. No
cargaban ni llevaban cosa de peso, únicamente sus arcos y echas. Corrían mucho y sin
descanso, desde el alba hasta el anochecer, lo que les era muy útil cuando trataban de
alcanzar venados.
Su movilidad era en canoas por los ríos y lagunas. Y, a pie, por veredas ya trazadas y
señaladas por las estrellas (sabían cuándo y por donde salían). Asimismo, seguían el vuelo
10  En muchos casos, para hacer más amena la redacción, uso expresiones del mismo texto. Algunos datos no son
tan comprensibles, pero así están expuestos en el texto.
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de las aves, los cauces de los ríos y los recursos alimenticios. Los asentamientos de los grupos
amigos o enemigos podían acortar o alargar las vías. En el trayecto, las mujeres cargaban
agua y harina de maíz y los hombres sus arcos y echas.
En general, se mudaban cada 2 o 3 días en busca de comida, agua y leña. Donde
encontraban el recurso se asentaban hasta que se agotaba el alimento. Entonces, volvían a
migrar llevando consigo su escaso menaje. Los elementos naturales que, sin duda, denían
el lugar del asentamiento temporal eran el agua y la leña. A pesar del conocimiento del
entorno, de los recursos y los tiempos de recolecta, algunos grupos eran muy pobres, tenían
épocas de hambrunas y sufrían de frío al carecer de provisiones y cueros con que cobijarse.
Había amistades y enemistades entre las etnias. Al conocerse, como preámbulo poco
a poco se acercaban, se observaban y lloraban. Quienes llegaban recibían del local todo
cuanto tenían y, muchas veces, se retiraban sin decir palabra. Ciertos grupos acostumbraban
llegar, saquear y llevarse lo que encontraban a su paso, por lo que, en prevención, quienes
ya los conocían escondían sus pertinencias, los recibían con estas y, cuando se retiraban,
volvían a sacarlas. Intercambiaban almagra, arcos, cañas, caracoles, conchas, corales, cuentas,
engrudo, esmeraldas, echas, pedernales, penachos, pieles y pelo de bisonte y venado,
plumas de papagayo y turquesas. Estos trueques podían verse entorpecidos por las guerras.
Los de un mismo linaje siempre andaban juntos. Aunque no tenían un señor principal,
compartían todos sus bienes y alimentos. Algunos grupos no unían a sus hijas con parientes
ni enemigos, ya que consideraban que de esa manera se multiplicaban las enemistades y
las guerras, y corrían el riesgo de ser sujetos y ser tomados por esclavos; para evitarlo, cuando
esto ocurría optaban por matarlas. En otros casos, intercambiaban a las mujeres, ya fuera por
un arco y dos echas o por una red para pescar.
Cada hombre tenía una mujer, solo los físicos (curanderos) rompían la regla y podían tener
dos o tres mujeres, sin que entre ellas hubiera rivalidades. Quien tomaba una mujer, el día de
la unión, debía entregar su caza o pesca a los suegros. Éstos, a su vez, no podían entrar a su
casa. El yerno no veía a sus cuñados ni suegros, mucho menos entraba ni comía en sus casas,
pues lo tenían por cosa mala. Si se encontraban en el camino, ya fuera que se desviaban o
bajaban la cabeza pues era mala suerte mirarse o hablarse. Las mujeres tenían permitido
hablar con los suegros y parientes. Si no había acuerdos entre la pareja, se separaban, sobre
todo si aún no tenían hijos. En caso contrario, era más difícil dejarse.
Unos grupos tenían alta estima por los hijos y, otros, todo lo contrario. Cuando la mujer
se sentía preñada, dejaba de dormir con su pareja hasta pasados dos años, para criar a los
hijos, a los que daba de mamar hasta que podían valerse por sí mismos y buscar su comida
–aproximadamente a los 12 años–, previniendo las hambrunas que solían sufrir y la fragilidad
de la salud, ya que algunos nacían delicados y con pocas fuerzas. Si enfermaban, los llevaban
a cuestas o los dejaban morir en el campo, dependiendo de la gravedad. Si lo soñaban,
mataban a sus hijos y, a las niñas, las dejaban a merced de los depredadores. Intercambiaban
a sus hijos con grupos ajenos.
Estas sociedades practicaban el denominado pecado contra natura, además de la unión
entre iguales, el homosexualismo, sin cuestionamiento alguno. Incluso se dice que algunos
se vestían como mujeres, pero que tiraban el arco y la echa. A los viejos les tenían poca
estima y, al migrar, los cargaban con pertenencias ligeras. Consideraban que ya no servían
para la guerra, ya no ofrecían benecio alguno a la comunidad, quitaban el alimento a los
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niños y habían cumplido su ciclo, por lo que, al enfermar, los dejaban en el camino y, al morir,
no les lloraban.
Buscaban sitios para abrigarse en el invierno, con agua y leña cercana. En el verano, se
asentaban casi siempre de manera dispersa. Y, cuando hacían sus casas o buhíos, eran muy
grandes o muy pequeñas, pero siempre de baja altura. Usaban los materiales a su alcance,
casi siempre perecederos como la paja, tierra, esteras o cañas, soportadas por cuatro arcos.
Si estaban cerca del mar, las sostenían sobre cáscaras de ostiones. Si eran muy ligeras, las
llevaban a cuestas o las transportaban en sus canoas.
Según aprecia el autor, algunas etnias eran muy altas y, otras, bajas de estatura, aunque
todas compartían el rasgo de gran fuerza y ligereza al caminar. Tenían un agudo sentido de
la vista y del oído. Cada grupo se cubría el cuerpo de diversas formas, ya fuera con paja y
hierbas, con cueros de venado pintados, lana (de los árboles), o con mantas de hilo y pieles
(de martas leonadas o de bisonte). De este último animal también hacían zapatos. Algunas
mujeres usaban camisas de algodón hasta las rodillas y faldas de cuero que ataban con
correas, e iban abiertas al frente y largas hasta el suelo. Para tratar la piel, la enjabonaban con
una yerba. La desnudez era muy generalizada.
Los hombres traían el pelo suelto y muy largo. Se horadaban los pezones y por el oricio
traspasaban una caña larga y gruesa; además, se perforaban el labio inferior donde colocaban
una caña más delgada. Se untaban y teñían el rostro y el pelo con almagra11. Esta práctica
era muy común entre los echeros ágiles y no tan altos. Algunos usaban plumas y penachos.
Los límites territoriales, el alimento y las mujeres podían ser causa de conictos. Eran muy
diestros en la guerra y grandes saeteros. En los enfrentamientos atacaban con sus arcos y
echas, varas y piedras lanzadas con hondas con gran crueldad y fuerza. Para desorientar a
los enemigos, dejaban sus casas y, en las noches, prendían fogatas para hacerles creer que
ahí estaban. Hacían trincheras que cubrían con leña y se escondían en los cerros, donde
trazaban caminos de ascenso para esconder a los niños y mujeres. No dormían, se mantenían
en vigía escondidos entre la yerba menuda y, si llegaban los contrarios, con mucha astucia se
arrastraban por el suelo para evitar ser vistos y, cuando los tenían, asustaban a los enemigos
con gritos y voces muy fuertes, los atacaban con echas, al mismo tiempo que corrían y
brincaban de un lado a otro velozmente. Cuando se retiraban los contrarios volvían a sus casas.
Si el ataque estaba dirigido a un pueblo, primero prendían fuego a las casas, gritaban para
azuzar y, después, atacaban a la población. Los que perdían o los que ganaban quedaban
muy contentos.
Cuando se enfrentaban individuos del mismo grupo étnico no usaban arcos ni echas, se
podían apuñalear hasta que se cansaban y, luego, se separaban. Algunas veces intervenían
las mujeres para evitarlo. Otro hombre nunca. El enojo provocaba que se retiraran
temporalmente del pueblo con su familia hasta que pasaba el coraje. Entonces regresaban
y volvían a ser amigos. Cuando los enemigos no eran de la familia, se mataban por la noche.
Por armas tenían el arco –las cuerdas eran del nervio del venado– y las echas de pedernal
– materia prima común en la región, a veces envenenadas con yerbas ponzoñosas– que
guardaban en zurrones o carcaj. Usaban también hondas, piedras, varas, palos y rodelas.
11  Usaban margajita (polvo de pirita) y alcohol molido (polvo no de antimonio a galena) para el rostro. La
almagra es un óxido de hierro que utilizan como pintura corporal.
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En general, era gente muy alegre. Aunque tuvieran mucha hambre, hacían estas. Sus
festejos o areitos eran constantes y de larga duración. Bailaban y cantaban toda la noche
acompasados de calabazas y del sonido de autas, tambores, cascabeles y sonajas de cobre.
Fumaban tabaco mezclado con hierbas estupefacientes y tomaban bebidas embriagantes
hechas de hojas. Cuando los hombres bebían, las mujeres no debían moverse porque si lo
hacían las deshonraban, les daban de palos y tiraban la bebida, ante la creencia de que a
través del líquido se les metían cosas malas al cuerpo provocándoles la muerte. Si todo iba
bien, tomaban durante tres días sin descanso ni tregua.
Creían en un ser respecto al cual creían verle el cuerpo pequeño y la barba, pero
difícilmente veían su rostro. Cuando se decía que éste llegaba a los pueblos provocaba
situaciones extrañas a la cotidianeidad, por dar un ejemplo, escogía una casa y prendía un
leño en la puerta, después entraba y se llevaba a uno de los miembros de la familia, al que
daba cuchilladas en el cuerpo con un pedernal, le sacaba las tripas y las asaba en las brazas,
nalmente, colocaba sus manos sobre las heridas y éstas sanaban mágicamente. En los
bailes aparecía vestido de mujer o de hombre. No probaba alimento y aseguraba que su
casa estaba dentro de la tierra, a la que regresaba por un oricio muy profundo.
Para aliviar el malestar de los enfermos, los hechiceros, curanderos o físicos usaban
calabazas, mismas que ahuecaban y en su interior colocaban piedras. Trataban las
enfermedades con las manos, soplaban al enfermo, le hacían cautiverios de fuego y unas
zanjas sobre la piel para sorber en el lugar donde se agudizaba el dolor, con esto los aliviaban.
Consideraban que las calabazas para curar venían del cielo, eran transportadas por los ríos
y poseían cualidades mágicas. Los físicos las resguardaban. Al sanar, el enfermo le ofrecía
todas sus pertenencias al físico o hechicero en recompensa.
Cuando moría una persona, los familiares y el pueblo completo le lloraban por un año,
tres veces cada día. Cuando se cumplía el año, se retiraban el tizne que con el que se cubrían
el cuerpo en conmemoración del muerto y le hacían una ceremonia luctuosa. En general,
enterraban a los muertos. Sólo incineraban a los curanderos-físicos-hechiceros. Mientras
ardía el cuerpo en la pira, bailaban a su alrededor. Algunos grupos étnicos hacían polvo con
los huesos del fallecido y, al año, en las honras fúnebres, los parientes diluían el polvo en agua
y lo bebían. Si la muerte ocurría en casa, durante tres meses no se preparaban ni se ingerían
alimentos en ese espacio; los vecinos y parientes se solidarizaban y ofrecían alimentos a los
deudos.
7. CONSIDERACIONES FINALES
De acuerdo con el objetivo central de este documento, de manera arbitraria seleccioné
del texto del siglo XVI los elementos que me sirvieron para ofrecer un panorama más
completo de grupos étnicos ahora ya extintos, en su mayoría. Considero que ni la narrativa
del cronista ni el andamiaje sobre el que soporto el relato del siglo XXI pueden calicarse
de verdaderos ni de falsos. En la primera, se maniesta la inuencia medieval que aún
permeaba el pensamiento de los españoles de ese tiempo. En el segundo, mi formación de
antropóloga y los patrones de vida que supongo siguieron estos grupos humanos antes de
la irrupción europea.
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Al moldear el texto seguí, por supuesto, mi lógica de pensamiento occidental, ya que
desconocemos el proceso creativo que dio origen a muchas de las alegorías de estos grupos,
relacionadas con su aprehensión del mundo y plasmadas en sus manifestaciones culturales.
He de comentar que hay datos que no puedo explicar. Sin embargo, no es objeto de este
estudio cuestionarlos.
En términos generales, y con los testimonios que me proporciona el cronista del siglo
XVI, he delineado en el siglo XXI las estrategias implementadas para resolver la adaptación
al medio ambiente, la apropiación de los recursos para la alimentación, la habitación, el
vestido y el adorno corporal. A partir de estos textos se puede dar cuenta de aspectos como:
la división del trabajo, el vínculo mujer-hombre, las relaciones interétnicas, el intercambio
de productos, mujeres y niños, los festejos, los conictos y las maneras de enfrentarlos, los
procesos de sanación, el trato dado a los ancianos, así como la mirada hacia la muerte.
En ambos textos se trata de reconstrucciones hipotéticas. El primero me da las
herramientas para sugerir la forma en que estos grupos humanos resolvieron la sobrevivencia
en ambientes especícos, usos que dieron por resultado su adaptación en un tiempo y un
espacio determinado. Valga lo anterior para entender medianamente la manera en que las
etnias fueron construyendo, poco a poco, sus sociedades, mismas que fueron desbrozadas
de tajo por la conquista. Considero que, a partir de los restos materiales que nos dejaron, es
necesario ir completando el complejo rompecabezas cultural que habrían forjado, a través
del método ensayo-error, los habitantes americanos.
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