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VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 19-31/ RECIBIDO: 07-07-2020/ APROBADO: 10-08-2020/ www.revpropulsion.cl
El fenómeno de la conservación del cuerpo del lama budista de Buriatia
y, en su lugar, se utilizan otros términos, tales como biostásis, criptobiósis, muerte simulada,
vida oculta, entre otros.
En el siglo XIX, se descubrió que después del estado de “espera”, pueden regresar a la
vida los gusanos microscópicos de la especie Rotífera, así como peces, tritones y ranas.
También animales de sangre caliente, tales como hámster y ratones. En el laboratorio han
sido revividos inclusive monos, víctimas de hipotermia, cuando éstos ya no respiraban
y el corazón ya no palpitaba. En diferentes países son conocidos casos de personas con
hipotermia que regresaron de tal estado a la vida. Ya hace mucho tiempo ha dejado de ser
milagro la prolongada conservación de la capacidad vital del esperma y otros componentes
vivos del cuerpo humano en estado de criogenia.
Resulta que, en estado de hipotermia, el organismo llega a elevar su resistencia a muchos
agentes dañinos externos y, en tales condiciones, las células de la corteza cerebral soportan
por tiempo prolongado la falta de irrigación sanguínea y no mueren. Por lo visto, lo logran
poniendo a funcionar cierta alimentación de reserva. El tema de la termogénesis provoca, al
día de hoy, muchas discusiones entre los especialistas (Leblanc, 1988 y Andrews, 2005).
Los cientícos concuerdan con que el mecanismo de la anabiosis surgió hace mucho
tiempo, cuando la salida de los organismos vivos del mar hacia la tierra exigía nuevos
mecanismos de apoyo y mantenimiento del balance de humedad y temperatura
indispensables. Entonces, la adaptación a esferas medioambientales con condiciones que
cambiaban bruscamente exigía la presencia de la anabiosis. Una cierta temperatura y la
necesidad de alimentación son algunas de las principales características de los sistemas
vivos. Por eso, el estado de anabiosis está ligado al momento de desconexión de dichas
características. Hasta determinado período y nivel, este estado presupone el cese de los
procesos de la vida. Diferentes grupos de vertebrados desarrollaron una multitud de medios
para resolver el problema la prolongada insuciencia de oxígeno en el medio ambiente y
lograr la acumulación de oxígeno y la reducción del consumo del mismo.
Hace mucho tiempo, fue descubierta la llamada glándula de hibernación, aunque
inicialmente no se sabía su signicado. Este elemento de hibernación, que produce las
llamadas grasas pardas, fue descubierto hace unos 200 años, en niños recién nacidos.
En ellos, la glándula de hibernación se encuentra entre los omóplatos y a lo largo de la
columna vertebral. Los estudios pet (por sus siglas en inglés Positron Emission Tomography),
en combinación con la tac (tomografía axial computarizada), han mostrado en los últimos
años que este mecanismo sigue existiendo en las personas sanas mayores de edad (Sonkin,
2010). Las células de grasa parda contienen muchas más gotas de grasa que las células de
grasas blancas. Además, estas células pueden quemar con mayor rapidez su grasa y producir
el calor indispensable para la conservación de la vida. Cuando la temperatura de la sangre
desciende, el hipotálamo envía señales al tejido graso pardo, y éste produce calor que es
llevado por la sangre a todo el cuerpo. En los niños, la grasa parda sirve de calentador, ya
que ellos no pueden mantener la temperatura necesaria a cuenta del tiritar de los músculos
(termogénesis homeostático tiritante). Como regla, con la edad, la grasa parda desaparece.
Pero, a veces, se conserva durante toda la vida o se reactiva en casos de estrés. Es interesante
la conclusión a la que se llega en la investigación de las grasas pardas: «el tejido adiposo
pardo es la única estructura especializada que proporciona la homeostasis» (Sonkin, 2010,
p. 14).