54
E. P. Thompson, el papel de las clases populares
en las transformaciones histórico-económicas del
capitalismo
E. P. Thompson, the role of the popular classes in the historical-
economic transformations of capitalism
DRA. FABIOLA JESAVEL FLORES NAVA
Universidad Nacional Autónoma de México, Distrito Federal, México(fabiolafloresn@gmail.
com)(https://orcid.org/0000-0002-9914-7541)
RESUMEN:
Este artículo pone de relieve la importancia que tienen los
diferentes conceptos teórico-históricos creados por E. P. Thompson
para entender la relación dialéctica que existen entre la idea
de experiencia –vista como proceso de formación histórica o
como espacio desde donde se le da sentido al mundo-, el plano
concreto sobre el que se asienta la modernidad capitalista, y las
transformaciones generadas por la praxis de clases populares en la
interacción de estas dos dimensiones de la realidad. Se parte del
método dialéctico histórico. Al mismo tiempo, se tiene especial
interés en uno de los conceptos más radicales en la obra de dicho
autor, es decir, el concepto de Economía Moral de la Multitud, con
el cual podemos comprender la complejidad histórica sobre la que
se constituyen los movimientos sociales anticapitalistas. Finalmente
queremos insistir en el énfasis que el propio Thompson pone en la
denición de clase, en donde destaca la necesidad de pensarla, más
que como un hecho dado, como un proceso activo y en constante
relación histórica.
ABSTRACT
This article highlights the importance of the different theoretical-
historical concepts created by EP Thompson to understand the
dialectical relationship that exists between the idea of experience
- seen as a process of historical formation or as a space from which
meaning is given to the world-, the concrete plane on which
capitalist modernity is based, and the transformations generated
by the praxis of popular classes in the interaction of these two
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580
PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020
DOI: https://doi.org/10.53645/revprop.v2i2.52
www.revpropulsion.cl
55
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
dimensions of reality. Be part of the historical dialectical method. At the same
time, there is a special interest in one of the most radical concepts in the work
of said author, that is, the concept of the Moral Economy of the Crowd, with
which we can understand the historical complexity on which social movements
are constituted anti-capitalists. Finally, we want to insist on the emphasis that
Thompson himself places on the denition of class, where he highlights the
need to think about it, rather than as a given fact, as an active process and in
constant historical relationship.
PALABRAS CLAVE / KEYWORDS
Experiencia, agente histórico, clase, grupos subalternos, Economía Moral de la
Multitud, movimientos. / experience, historical agent, class, subaltern groups,
Moral Economics of the Crowd, movements.
En un pueblo, la teoría sólo se realiza en la medida en que es la
realización de sus necesidades [...] ¿Serán las necesidades
teóricas, necesidades directamente prácticas?
Karl Marx
I. INTRODUCCIÓN
En el largo tránsito de su conguración histórica, la modernidad capitalista fue mermando
y afectando en diferentes momentos el proceso de reproducción social en su conjunto
y, junto a ello, a los diferentes grupos y relaciones sociales que existían antes de que esta
modernidad pudiera consolidarse como tal. En este sentido y debido a que el capitalismo
se asentó desde sus orígenes sobre realidades que le precedieron históricamente, chocó
constantemente con un límite, tanto en términos materiales como sociales. Por ejemplo, la
producción industrial en general no se desarrolló plenamente pues se encontró por todos
lados con atrasos técnicos, con progresiones a golpes, con la falta de una integración hacia la
industria de toda la economía en su conjunto, con estrangulamientos a nivel de medios de
producción, de mano de obra, de disposiciones de crédito, de falta de desarrollo de fuentes
de energía que le permitieran una producción constante y continua, y con un mercado
interior vivaz y ecaz. Y si nos detenemos en los grupos sociales sobre los cuales, poco a
poco, se impuso la lógica capitalista, nos hallaremos con sus múltiples comportamientos,
con sus propios objetivos y actuaciones ante las complejas polaridades que en su propio
contexto desarrolló la modernidad y, en ese sentido, con importantes particularidades en la
constitución misma de la modernidad capitalista.
Por ello, resulta relevante poner en el centro del análisis histórico, y en especial para
entender la historia económica del desarrollo capitalista, el estudio de nuevos sujetos
56
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
E. P. Thompson, el papel de las clases populares en las transformaciones histórico-económicas del capitalismo
sociales1. Esta primera aproximación busca entender cómo el estudio de las aspiraciones,
las exigencias inmediatas, las maneras de vivir, actuar y pensar de los trabajadores, nos
permitirá comprender de qué modo asumieron y actuaron las clases populares a los
cambios e invasiones que la modernidad trajo consigo. De manera que quede claro el papel
que juegan las clases populares como sujetos de la historia. La cuestión que se discute es
cómo dar el giro entre lo histórico general, propuesto por la historia económica general al
respecto del desarrollo histórico de las diferentes estructuras que constituyen el sistema-
mundo capitalista, y lo particular de la participación de los sujetos populares en los cambios
y alternativas que surgen al avance de la modernidad capitalista.
Sobre el tema de nuestro interés han trabajado varios autores como Eric Hobsbawm,
Edward Palmer Thompson, Jones Gareth Syedman y William Sewell. Todos ellos han hecho
contribuciones teóricas importantes, que en positivo nos muestran: las aspiraciones, las
exigencias inmediatas, la manera cómo vivían, actuaban y pensaban los trabajadores, así
como el modo en que asumieron las clases populares los cambios y las invasiones que la
modernidad trajo consigo. En este sentido, el trabajo de estos autores hace claro el papel
que juegan los obreros y los artesanos como sujetos de la historia.
Retomaré al historiador británico que ha tratado a fondo el contenido de la cultura
popular de los siglos XVIII y XIX, E.P. Thompson en algunos de sus libros más sobresalientes:
La formación de la clase obrera en Inglaterra; Tradición, revuelta y conciencia de clase,
estudio sobre la crisis de la sociedad preindustrial; Costumbres en común y Miseria de la
teoría (Thompson, 1979, 1981, 1989 y 1995).
2. CUESTIONAR LOS MÉTODOS DE LA
HISTORIOGRAFÍA
E.P. Thompson es considerado uno de los más importantes y polémicos historiadores
marxistas británicos, justamente por haber sido, durante toda su vida, un pensador original
y comprometido, no sólo con el conocimiento si no también con la lucha política. Desde su
salida del Partido Comunista en 1956 y en constante defensa de un humanismo socialista,
Thompson ha cuestionado frontalmente tanto los métodos de los historiadores marxistas,
que desde el establecimiento a priori de modelos generales y abstractos se han separado de
las dimensiones concretas y empíricas que enriquecen el análisis histórico, así como también
a aquellos historiadores poco comprometidos y bastante empiristas que sólo estudian los
hechos y no son capaces de ejercer planteamientos teóricos.
1  En las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, y como parte la emergencia de los movimientos
de descolonización y en contra del autoritarismo, la llamada “revolución cultural” propició que en el ámbito de la
historia académica se desarrollara la historia social. Esta nueva dimensión del análisis histórico subrayó la necesidad
de estudiar a los grandes sectores sociales que habían sido poco atendidos por la historiografía tradicional. Es en
este contexto que surgió la denominada escuela marxista británica. Sobre la evolución de la historia social véase
Eric Hobsbawm (1984), Raphael Samuel (1991), Natalie Zemon Davis (1991), así como los trabajos ya clásicos de E.
P. Thompson (1989), Eric J., Hobsbawm (1974), George Rudé (1981 y 1989), Eric J. Hobsbawm y George Rudé (1978)
y Rudé (2000).
57
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
Aquí lo importarte es preguntarse: ¿qué sentido tenía para él señalar estos equívocos de
la historiografía? En 1978, ya con una larga trayectoria de ensayos y publicaciones históricas,
Thompson plantea, en su libro Miseria de la teoría (1981), la posibilidad de acceder mediante
un diálogo entre concepto y evidencia a un mejor entendimiento del universo histórico. El
problema central que plantea su enfoque sería entender cómo suscribir este diálogo sin llegar
a caer en polaridades. Las ideas al respecto de este tema fueron resultado de un contexto
sobre el cual Thompson pone considerable atención. Me reero al importante auge que en
la década de los años 70 del siglo pasado tuvo el marxismo-estructuralista en Inglaterra –
aunque no sólo allí–, y cuyo intelectual más prominente fue Louis Althusser2. En este sentido,
para el autor de Miseria de la teoría, resultó fundamental discutir los planteamientos teóricos
althusserianos y, en cierto sentido, combatirlos. No sólo por la arrogancia con que dicho
autor trataba la formación del conocimiento histórico sino, también, a contracorriente de
los historiadores althusserianos que no ponen suma atención a las sutiles fases que sigue la
investigación histórica, como son los estatutos y particularidades de la naturaleza de los datos
empíricos, la utilización de conceptos apropiados y el objeto del conocimiento propiamente
histórico (Anderson, 1985, p. 5).
Hay una imposibilidad en los conceptos que Althusser nos brinda para entender
adecuadamente los diálogos a partir de los cuales el conocimiento se construye. Dicha
imposibilidad parte de su horizonte metodológico, pues éste, por su total separación de
la experiencia histórica y el establecimiento de muchos apriorismos, nos dice Thompson,
crea un universo autogenerador de conceptos que imponen su propia realidad sobre los
fenómenos de la existencia material y social, en vez de comprometerse a un continuo diálogo
con éstos (Thompson, 1981, p. 13). Ante esta imposibilidad, digo, es necesario colocar, en el
proceso y la práctica del conocimiento, a la «ciencia de la experiencia histórica de los sujetos
concretos» (Herrera, 2007, p. 52), no misticada o inducida, sino como determinante, en el
sentido en que ejerce presión sobre la conciencia social, propone nuevas cuestiones a la
misma y pone gran parte del material sobre el que se desarrollan los ejercicios intelectuales
más elaborados3.
En cuanto al estatuto de los datos empíricos, nos dice que estos no deben ser asumidos
como hechos que revelan automáticamente su signicado sino, más bien, que debido a
que no se revelan espontáneamente, conviene al historiador interrogarlos de diferentes
maneras. Estas interrogantes pueden cuestionar tanto la forma en que se registraron los
hechos, hasta el modo de situarlos dentro de una serie de eslabones que nos hablen del
universo de lo social. Con la nalidad de proponer que todas las fases de la investigación
histórica sean construidas, y no dadas, Thompson plantea que es necesario eliminar del
conocimiento procedimientos autoconrmativos, y colocar en su lugar un método lógico, de
examen apropiado de los materiales históricos, que se encuentren en constante diálogo con
2  En Inglaterra «la vanguardia del pensamiento estructuralista-marxista estaba en la obra iconoclasta de Barry
Hindess y Paul Hirst, representada por los libros como Pre-Capitalist Modes of Production. También fueron
importantes el Centre for Contemporary Cultural Studies en la University of Birmingham y la revista, New Left
Review…Eric Hobsbawm fue muy directo pensaba que “Althusser…prácticamente no tiene nada que decir a los
historiadores» (Kaye, 1989, p. 177).
3  «Cómo nos recordó -porque esto formaba parte ya del juego de herramientas del viejo Marx, aunque sus
seguidores lo hubiesen olvidada- que para entender lo que hacían los hombres era necesario, ante todo, saber
qué pensaban, cómo creían que era el mundo en que habitaban y de qué modo vivían el momento en que se
encontraban, para reconstruir, con estos elementos, los móviles que permiten explicar sus actos» (Fontana, 1994,
p. 5).
58
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
E. P. Thompson, el papel de las clases populares en las transformaciones histórico-económicas del capitalismo
conceptos cuyo carácter sea el de expectativas más que el de modelos.
Un historiador está autorizado en su práctica a hacer una hipótesis provisional de carácter
epistemológico: que la evidencia que maneja tiene una existencia «real» (determinante),
independiente de su existencia en las formas del pensamiento, que esta evidencia testimonia
un proceso histórico real y que este proceso –o una comprensión aproximada de él– es el
objeto del conocimiento histórico (Fontana, 1994, p. 29).
En lo que atañe a esta posición, queda claro que lo que Thompson está señalando como
necesario para el conocimiento histórico es la dialéctica fundamental entre la teoría histórica
y el pasado histórico, esto es, entre la evidencia y el concepto. Y desde nuestro punto de
vista, con la nalidad de superar o rebasar dicha escisión característica de la historiografía,
Thompson volvió su mirada a la idea de experiencia, punto importante que le permite
acceder a la historia concreta de los sujetos y su actividad, y desde ahí sacar los resultados
que le permitan comprender el movimiento del mundo en el que éstos desarrollan sus
actividades.
De esta manera, nos acercamos a un punto sobre el cual Thompson se apoya para
explicarnos lo que es la historia, en contraposición a la perspectiva althuseriana de la
historia como un proceso sin sujeto, o sujeto encadenado a una estructura4, ya que siendo
la historia un proceso lógico en el que se maniestan regularidades (siempre relativas),
continuidades y rupturas, “dispuestas” a ser conocidas, es el sujeto o su acción el que, bajo un
determinado contexto, actúa en el tiempo modicando su mundo o manteniéndolo según
sus experiencias. En ese sentido, el proceso histórico será la secuela de múltiples opciones y
prácticas humanas no determinadas o sujetadas a un devenir ajeno al hombre.
Dentro de la ya añeja discusión sobre la preeminencia de la estructura o del proceso
dentro de la historia, Thompson da prioridad a éste último. Para él, la historia es resultado
de la acción humana, la cual analiza por medio de la categoría de experiencia, «porque
dentro del ser social tienen lugar cambios que dan lugar a la experiencia transformada; y
esta experiencia es determinante, en el sentido en que ejerce presiones sobre la conciencia
social existente» (Illades, 2001, p. 159).
Vistas así las cosas, la historia deja de ser algo dado de antemano y pasa a ser una realidad
abierta a innidad de posibilidades y disyuntivas debido a que, desde la perspectiva de
Thompson, es el sujeto social el que activa los procesos históricos. Es así como erige nuestro
pensador su lectura de la historia y nos muestra, en múltiples textos, el modo en que los
temas referentes a la historia de la cultura popular y los amplios temas que presenta el
mundo del trabajo durante el proceso de industrialización en Inglaterra deben ser tratados
con suma cautela, justamente para reivindicar la importancia que las expectativas y los
códigos de lucha que estos grupos nos dan para renovar el análisis histórico5.
4  «Los althusserianos’, por ejemplo, pretenden expulsar la subjetividad totalmente de la teoría social y niegan el
albedrío incluso a la clase como-Ello; pero en cierto sentido, simplemente crean un Sujeto todavía más imperioso,
la Estructura misma, cuya voluntad es determinada tan sólo por las contradicciones en su propia arbitraria
personalidad.» (Meiksins, 1983, p. 101). «…con Althusser, volvemos a tener una categoría profundamente estática:
una categoría, que encuentra su propia denición sólo en una totalidad estructural estática». (Thompson, 1991, p.
28).
5  En sus escritos más importantes encontramos el libro The making of the English working class publicado en
1963 y un número pequeño de artículos publicados en revistas cientícas: en 1967 publicó en Past and present
“Time, work-dicipline and industrial capitalism”; en la misma revista en 1971 publicó “The moral economy of the
59
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
Otro de los aspectos importantes dentro de esta obra es que subraya la necesidad de
estudiar los cambios en los procesos históricos intrínsecamente ligados a las continuidades
y, sobre todo, comprender el comportamiento de los grupos populares ante los cambios
generados por la época moderna. En palabras de Ellen Wood «su objetivo no es armar la
subjetiva continuidad de la cultura de la clase obrera contra las transformaciones objetivas
radicales del desarrollo capitalista sino, al contrario, revelar y explicar los cambios dentro de las
continuidades» (1983, p. 93). Pues parte del equipamiento mental de los sujetos en formación,
en este caso de la naciente clase obrera, toma sentido al entrar en relación, en primer lugar a
través de su experiencia vital, con los procesos de cambio que inuyen en dicha experiencia;
y, en segundo lugar sin separarse de lo anterior, interpretan el mundo de su experiencia por
medio de costumbres y tradiciones populares sobre las cuales se asentó el cambio, y que
dialécticamente implicaron un cambio de conciencia en las clases populares. En el libro
La formación de la clase obrera… (1995) vemos al capitalismo inscribirse sobre tradiciones,
costumbres y nociones de derechos populares que le precedieron históricamente, las cuales
representan las herencias culturales y políticas de la naciente clase obrera.
La primera parte de la obra inicia con un planteamiento que va a contracorriente de
las más comunes interpretaciones históricas sobre la Revolución Industrial, me reero a
los supuestos económicos que indagan en el nivel de vida, en los cambios tecnológicos,
en los progresos sociales, en los ciclos comerciales, etcétera, y que sólo después de esto
se interesan por las transformaciones políticas y culturales de los grupos subalternos.
Thompson «comienza con las tradiciones populares –religiosas, «sub-políticas» y políticas– y
organizaciones para mostrarnos, antes de ser introducidos en la «economía política», que la
formación de la clase trabajadora es un hecho tanto de la historia política y cultural como
económica» (Kaye, 1989, p. 164).
De ahí que la primera parte de su libro, El árbol de la Libertad (Thompson, 1995), preste
atención a los rasgos más característicos de la cultura popular del siglo XVIII, y a los elementos
que fueron heredados y transformados por las experiencias de la clase trabajadora en el
tránsito al siglo XIX. La formación de la clase obrera no es algo dado por el avance de la
modernidad industrial capitalista, es más que nada, un proceso de formación intelectual
arraigado en las tradiciones, ideas y valores que el pueblo otorgaba a las comunidades
milenarias, a sus derechos –denidos por una economía y un consenso moral de lo que era
justo–, mezclado todo ello con las vivencias consuetudinaria de las libertades de los ingleses
nacidos libres. Ideas que sirvieron de base a las agitaciones populares de nales del siglo
XVIII6. En este sentido, se arma que:
Los efectos de estos años no se manifestaron inmediatamente. Pero en los años
siguientes a la experiencia jacobina de la década de 1790, cuando los mecánicos,
English crowd in the 18th century; “Rough music: le chavarri anglais”, en Annales 1972; “Patrician society, plebeian
culture”, que apareció en 1974 en Journal of Social History; y en 1978 en Social History publicó “Eighteenth-century
English society: Class struggle without class?” (la mayoría de estos textos están traducidos al español y recopilados
en dos libros: Costumbres en común y Tradición, revuelta y conciencia de clases).
6  La primera parte del libro «trata de las tradiciones populares y de las ideas que moldeaban la mentalidad
popular de la época. Ideas que sufrían un proceso de transformación y mentalidades en donde arraigó la disidencia
religiosa. Viejos códigos y nuevos signicados coexistiendo en un mismo sitio. Tradiciones, Hábitos y sociabilidades
añejos apuntalando formas de organización modernas. Ideas renovadoras que dan voz a derechos antiguos y
legitimidad a prácticas reprimidas o canceladas, pero no olvidadas». (Illades, 2001, p. 165).
60
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
E. P. Thompson, el papel de las clases populares en las transformaciones histórico-económicas del capitalismo
artesanos y trabajadores radicales fueron políticamente separados de los radicales
de la clase media, hicieron uso de sus experiencias para promover y mantener
tradiciones y formas de organización propias […] Fue en esos días cuando la
conciencia especíca de la clase trabajadora comenzó a madurar imbuida de un
fuerte impulso democrático (Kaye, 1989, p. 1667).
Podemos observar, en la segunda parte de su libro La maldición de Adán (Thompson, 1995),
que cada proyecto, cada sentido u horizonte de vida forjado en la tradición, ocuparon un sitio
importante en la conguración de la clase obrera mucho antes que la industrialización los
pudiera crear como tal. Esto es, Thompson se pronuncia en contra de las tesis que sugieren
a la “industrialización” como el agente por excelencia del cambio social. Pues, como él
señala: «Se veía a los instrumentos físicos de producción dando lugar, de forma directa y
más o menos compulsiva, a nuevas relaciones sociales, institucionales y a formas culturales»
(Thompson, 1989, v. I, p. 199). Así, a contra corriente de estas tesis que niegan el papel activo
del sujeto en las transformaciones sociales, Thompson reitera el papel de las tradiciones
políticas y culturales –de los jornaleros del campo, trabajadores domésticos o a domicilio,
artesanos, obreros fabriles, etcétera– en la formación de las comunidades obreras. Y reitera
que, a pesar de que estos diferentes grupos tienen experiencias diversas, en formas de trabajo
nuevas y tradicionales, compartieron una vivencia común dentro del capitalismo que fue la
intensicación de la explotación y la disciplina laboral en sus propias áreas de trabajo aún
hoy no modicadas por las nuevas tecnologías, o lo que Marx denominaba subsunción real,
así como las formas intolerables de opresión política. Según Kaye, Thompson «destaca en la
primera fase de la revolución industrial, los cambios en, e intensicación de, el proceso de
acumulación de capital como una experiencia social y humana» (1989, p. 167). El punto es no
olvidar cómo es que vivieron estos grupos sociales bajo una experiencia común: las relaciones
de explotación, y cómo, tomando en cuenta, las herencias “intelectuales”, culturales y
políticas del proceso de formación de los nuevos sujetos sociales fue que surgió la expresión
política y antisistémica de la conciencia de clase obrera8. En ese sentido, la conciencia de
la clase obrera queda marcada por varias dimensiones, no sólo por la experiencia generada
por los procesos de explotación, sino también, por una fuerte formación política derivada de
un legado, podríamos decir intelectual, de aquellos miembros que fueron conformado la
comunidad obrera. Por ello, al nalizar su libro, en la tercera parte titulada “La presencia de
la clase obrera” (1995), Thompson concluye con la explicación de las bases, antes descritas,
sobre las cuales se dio la formación de la conciencia de clase obrera en la Inglaterra del siglo
XIX.
7  Además, «…en el periodo de 1790-1840 se dio una ligera mejoría en las condiciones materiales de vida de la clase
trabajadora (pero) fue experimentada como una <<catástrofe>>, la cual enfrentaron creando nuevas formaciones
de clase, <<instituciones fuertemente basadas y autoconcientes: sindicatos, sociedades cooperativas, movimientos
educativos y religiosos, organizaciones políticas, publicaciones>>, junto con <<tradiciones intelectuales de la clase
trabajadora, patrones comunitarios de la clase y una estructura de sentimientos (de la misma clase)>>. Estas
instituciones y formas de conciencia son testimonio tangible de la existencia de una nueva formación obrera, no
obstante, la aparente diversidad de experiencias; y su expresión en la inquietud popular constituye un testimonio
contra el punto de vista <<optimista>> acerca de la revolución industrial» (Meiksins, 1983, p. 94).
8  «La segunda trata del impacto de la revolución industrial sobre el conjunto de los trabajadores […] Transita de
lo subjetivo a lo objetivo. Cambia de esfera: de la cultura a la economía y a la vida social. Muda de escenario: de la
taberna y la iglesia, al taller y la fábrica. Modica la cronología: se desliza del siglo xviii al xix. Las estructuras y la
dominación aparecen por la fuerza» (Illades, 2001, p 165).
61
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
3. ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD
Para comprender más a cabalidad la radicalidad del pensamiento de Thompson, resulta
necesario revisar el signicado que adquiere para su desarrollo intelectual el concepto de
economía moral de la multitud. En el análisis histórico que hace nuestro autor, el estudio
de la forma en que se conduce el pueblo en el siglo XVIII, durante lo que se dio en llamar
“motines de subsistencia”, resulta fundamental para entender las herencias políticas y
culturales de los movimientos de las clases populares durante todo el siglo XIX en Inglaterra.
Este tema surge de la pluma de Thompson en 1971 en un artículo publicado en la revista Past
and Present titulado “The Moral Economy of the English Crowd in the Eighteenth Century”,
nosotros recuperaremos la versión en español publicada en 1995 en el libro Costumbres en
común (Thompson, 1995).
En este contexto, nuestro autor nos plantea que la economía no está denida por los
grandes acontecimientos que dan paso a la modernidad capitalista, sino que en las
bases sociales de éste siempre está presente un funcionamiento económico en el que se
combinan varias dimensiones de la realidad social de las clases populares. La economía de
las clases populares no será una de antiguo régimen enfrentada a una economía moderna,
será, por el contrario, una economía que reinterpreta la realidad de la vida moderna desde
una serie de parámetros morales constituidos sobre herencias y actitudes tradicionales
que son transformadas en armas de lucha, es decir reactualizadas para enfrentar las
dinámicas reproductivas del sistema capitalista. En ese sentido, la tradición no maniesta
un comportamiento conservador ni de antiguo régimen, sino que se transforma para fungir
como arma de lucha. Por ello, en los motines de subsistencia del siglo XVIII, el pueblo con
su delicado tejido de comportamientos ha formado su conciencia social frente al mundo
circundante y, de esa manera, actúa claramente como agente histórico. Anthony Giddens
arma al respecto: E. P. Thompson da «una enorme importancia a la capacidad de los agentes
humanos para moldear una y otra vez las condiciones de su existencia. Si hay un solo teorema
marxista que domina los estudios históricos de Thompson es aquel que dice que los seres
humanos «hacen su propia historia» (Giddens, 1994, p. 154). El pueblo en tanto agente histórico
es reconocido como un conjunto de sujetos capaces de realizar acciones conscientes, con
objetivos y demandas precisas. Desde esta mirada, se critica el reduccionismo económico
que cree encontrar en los motines de subsistencia simples respuestas espasmódicas de la
plebe a oscilaciones en los precios o malas cosechas de los cereales básicos. Thompson dirá
que una explicación así sería tan obvia para la historia que dejaría de lado la complejidad
de motivaciones, conductas y funciones de un amplio y complejo entramado de normas
sociales.
Antes que ser títeres de procesos oscuros que activaban el funcionamiento del mercado,
los sectores subalternos eran sujetos que conocían y vivían de un modo tradicional las normas
y obligaciones sociales, sabían qué prácticas comerciales eran legítimas y cuáles no; esto es,
estaban al tanto de las relaciones de dominio. En su concepción económica del mercado,
la relación entre productores y consumidores tenía que ser transparente. Según éste, la
comercialización debía ser directa del agricultor al consumidor, un ocultamiento y pérdida
de transparencia en los procedimientos comerciales provocaba fuertes resentimientos a toda
una comunidad, pues se intuía que esto era una amenaza a su modo de subsistir. Debido
a esto, se organizaban y protestaban con un objetivo claro: jar el precio de sus productos.
Enfrentados a esta protesta social, los gobernantes tenían que intervenir para modicar los
62
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
E. P. Thompson, el papel de las clases populares en las transformaciones histórico-económicas del capitalismo
precios. En este sentido, lo que se analiza es «un modelo de protesta social que se deriva de
un consenso con respecto a la economía moral del bienestar público en tiempos de escasez»
(Giddens, 1994, p. 279), basada en una fuerte aprobación comunitaria.
Desde aquí, es posible denir lo económico desde otra perspectiva directamente
relacionada con los procesos de reproducción de las clases populares. Es decir, cuando la
modernidad capitalista hace estallar los equilibrios locales entre el sistema de necesidades
de consumo y el de las capacidades de producción, las clases populares impulsaron
mecanismos que permitieron la regulación o autoregulación de la riqueza social disponible.
En ese sentido y en la medida de sus posibilidades transformadoras, tomaron el poder
político de organizar de otro modo el mundo y la satisfacción de las necesidades de las
comunidades que se estaban viendo afectadas por las transformaciones políticas y sociales
del desarrollo del capitalismo9.
En las comunidades campesinas y las primitivas comunidades industriales, muchas
relaciones «económicas» se regulaban de conformidad con normas no monetarias.
Estas comunidades existen como tejido de costumbres y usos hasta que se
ven amenazadas por la racionalización monetaria y en este proceso se vuelven
conscientes de sí mismas como «economía moral» […] Las racionalizaciones o
«modernizaciones» del mercado capitalista atentaban contra las normas de la
comunidad y continuamente creaban un antagonista «moral» (Thompson, 1995,
p. 383).
¿Qué pasaba con los diferentes sectores sociales que estaban viviendo el cambio? ¿Cómo
operaba el mercado bajo determinado contexto socioeconómico y qué lógica seguía la
presión popular? El mercado no operaba como pensaba la economía política de aquella
época –o como quería que maniobrase, esto es, con la ecacia racional de un mercado libre,
que bajo el supuesto de la libre movilidad de la oferta y la demanda determinaba un precio
justo para todos–, más bien estaba suscrito a un determinado contexto socioeconómico
donde los prejuicios y las respuestas morales de la multitud aún tenían vigencia. Para esta
época de estudio del artículo de Thompson, la “acción central” de los grupos populares iba
más allá del encuentro cara a cara entre el populacho y los molineros. Esto es, no estaba
dirigida contra el saqueo de granos o harina sino que se centraba en el acto de «jar el
precio10». con una fuerte conciencia en la tradición y de benecio hacía el consumidor
(Thompson, 1995, p. 255).
Pero esta moral, que constituye parte del concepto de nuestro autor, no es una moral
ceñida al régimen dominante ni tampoco es meramente tradicionalista11 es, más bien, un
9  Economía- son las fuerzas y normas o mecanismos de regulación y auto regulación de los recursos disponibles.
Idea de CA. Nosotros retomamos las ideas de Valor de Uso de Bolívar.
10  «…el motín era una calamidad social, que debía evitarse a cualquier coste. Podía consistir éste en lograr
un término medio entre un precio «económico» muy alto en el mercado y un precio <<moral>> tradicional
determinado por la multitud. Este término se podía alcanzar por medio de la intervención de los paternalistas, por
la automoderación de agricultores y comerciantes, o conquistando una parte de la multitud por medio de la caridad
y los subsidios». (Thompson, 1995, p. 279).
11  «El modelo paternalista tenía una existencia ideal, pero también una existencia real fragmentaria. En años de
buenas cosechas y precios moderados, las autoridades lo dejaban caer en el olvido. Pero si los precios subían y los
63
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
comportamiento en el que se juegan los cambios y las continuidades dentro de los procesos
históricos. Ellen Meiksins Wood arma que en Thompson encontramos «un profundo sentido
del proceso, expresado en una capacidad insuperable para trazar la intrincada interacción
entre continuidad y cambio» (1994, p. 118). Es decir, la formación de una ética popular está
vinculada a una historia particular creada por cada comunidad, en donde se establece lo que
es justo y lo que no en la búsqueda por transformar las dinámicas opresivas de la modernidad
capitalista. Esta construcción de una moral histórica es base fundamental de la actividad
política de las comunidades que actuarán, en su devenir histórico, contra determinadas
prácticas económicas dominantes, por lo que, además de reactualizar las formas de lucha
que les anteceden históricamente, logran crear nuevas formas de organización política que
actúan en contrasentido a las dinámicas opresivas de la economía capitalista. Con referencia
a esto, nos dice Thompson que en la mentalidad de las clases populares habría una especie
de ética heredada de la tradición, pero modicada en su devenir. Ésta les permitía a los
sujetos medir lo bueno y lo malo de determinadas prácticas económicas modernas y, sobre
esa medida, con una «economía moral del bienestar público12», consensuada, la multitud
ejercía su papel de agente histórico, modicando o manteniendo de uno u otro modo aquel
referente de vida que la modernidad capitalista estaba afectando (Aguirre, 2016).
La multitud, en ese sentido, no será una masa humana que reacciona espontáneamente
ante las vicisitudes de la vida económica moderna. En primera instancia, estará vinculada
a una serie de experiencias relacionadas a su situación socioeconómica, como grupos que,
dentro de la jerarquización de la vida social, se encuentran ocupando el lugar más bajo.
Son los grupos explotados, sometidos, dominados y excluidos de la sociedad. Y, en segunda
instancia, son grupos que comparten “los valores de la ética contestaria” creada a lo largo de
las luchas sociales que les precedieron y que han formado parte de una historia de acción
colectiva que, jugando bajo la dialéctica del cambio y la continuidad, reactualizan una y otra
vez su lucha frente al devenir oscuro de la realidad capitalista. La multitud tiene la capacidad
de redenir y organizar políticamente la sociedad en la que vive y se desarrolla, dependiendo
de un horizonte cultural, político e histórico sobre el que se formen las clases subalternas.
Lo antes escrito nos guía hacia una pregunta: ¿qué importancia tiene el desarrollo de este
tema en el estudio de la historia económica de la Revolución Industrial? Desde nuestro punto
de vista, mucha. En primer lugar, como ya lo hemos reiterado en diversas ocasiones a lo largo
del texto, porque estos planteamientos nos conducen a ver el papel activo que los sujetos de
las clases subalternas adquieren en los procesos históricos. En segundo lugar, al ser agentes
y no pacientes de la historia, los grupos populares trasmiten sus ideas y comportamientos
de resistencia más allá de sus propias circunstancias o contextos, pues sus ideas, sus luchas,
sus concepciones del mundo viajan de generación en generación, de grupo en grupo, de
pueblo en pueblo y se erigen como trasfondo para posteriores movimientos que intenten
transformar o continuar determinados procesos sociales. De tal manera que, por poner un
pobres se mostraban levantiscos se lo reavivaba, al menos para crear un efecto simbólico». (Thompson, 1995, p.
229).
12 El estudio de las movilizaciones populares ha sido abordado para las sociedades europeas en los trabajos ya
clásicos de E. P. Thompson (1989), Eric J., Hobsbawm (1974), George Rudé (1981 y 1989), Eric J. Hobsbawm y George
Rudé (1978).
Véase también los trabajos de George Rudé (2000). Sobre otras perspectivas que incluyen el término “repertorio de
la acción colectiva” y la protesta como forma de hacer política ver los trabajos de Charles Tilly (1986 y 1996), Louise
Tilly y Charles Tilly (1981). Y sobre las formas de resistencia, el trabajo de James Scott (2000). Una buena visión
panorámica acerca de los trabajos sobre la protesta social se encuentra en Víctor Lucena Ayala (2001).
64
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
E. P. Thompson, el papel de las clases populares en las transformaciones histórico-económicas del capitalismo
ejemplo, si las oscilaciones en el precio de los alimentos básicos eran fundamentales para
que entrara en acción una economía moral de las clases populares, para la clase obrera fue
fundamental, como parte de su acción de lucha, denir con base en lo que creían moral,
o no, (legítimo, o no) las oscilaciones salariales. O, como diría Thompson: «el consumidor
defendió sus viejas nociones de derecho con la misma tenacidad que defendió su situación
profesional como artesano», en ese sentido «la economía moral de la multitud tardó tiempo
en morir: es recogida en los primeros molinos harineros cooperativos, por algunos de los
socialistas seguidores de Owen, y subsistió durante años en algún fondo de las entrañas de la
Sociedad Cooperativa Mayorista» (Aguirre, 2016, pp. 291, 293). Por lo que podemos decir que,
con demasiada frecuencia, la presencia de las imágenes, ideas, luchas, símbolos, etcétera, de
las clases subalternas continúa y da pie a nuevas creaciones que, a lo largo del tiempo, y a
pesar de las grandes transformaciones socioeconómicas, ejercen su inuencia histórica del
mismo modo en que un escritor crea y retoma de otro sus mejores ideas para revolucionar
la lengua escrita.
4. CLASE, ¿LUCHA DE CLASES?
Lo anterior nos permite pasar a otro punto surgido en 1978 en un texto de Thompson
titulado La sociedad inglesa del siglo XVIII: ¿Lucha de clases sin clases?, pues con él nos
introducimos en un debate que para los propósitos de este trabajo resulta relevante. Me
reero al esclarecimiento, con base en un minucioso análisis histórico, que hace nuestro
autor al respecto de la supuesta idea de que un determinado modo de producción distribuye
objetivamente a la gente en clases y que, en el naciente capitalismo, éstas se representaron
en la dicotomía ontológica de: burgueses y proletarios. Como consecuencia de esta reexión,
Thompson hizo énfasis en la denición de clase, más que como un hecho dado, como un
proceso activo y una relación histórica (Meiksins, 1983, p. 87-105).
De este modo, nos explica nuestro autor, el término clase, en épocas en las que se
empieza a consolidar la industrialización de Inglaterra, no era un concepto factible dentro
del funcionamiento cognitivo de la gente. Empero, aclara que, en sus luchas, en lugar de
clase social denida, existía una consideración social en términos de grupos o jerarquías,
ocios u órdenes:
[…] la especicidad histórica, anacrónica, debe ser tenida en cuenta cuando
adoptamos el término […] en el análisis de sociedades anteriores a la revolución
industrial. De hecho, la correspondencia de la categoría con la evidencia histórica
resulta entonces mucho menos directa. Si la clase no es aceptada en el sistema de
conocimiento de la misma gente y si ésta se denomina a sí misma y lleva adelante
sus propias batallas históricas en términos de «estados», de «ordenes», etc.,
entonces, al describir estos conictos en términos de clase, debemos cuidarnos de
toda tendencia a interpretar según concepciones posteriores de clase. (Thompson,
1991, p. 28).
Más que una división de la sociedad de forma vertical, las divisiones se daban de manera
65
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
horizontal (Thompson, 1979, p. 37). O, en otros términos, «su propósito aquí no ha sido el de
negar la existencia de la clase ni la ausencia de la conciencia de clase sino, por el contrario,
responder a tales negativas mostrando cómo los determinantes de clase moldean los
procesos sociales, cómo la gente actúa ‘en forma de clase’, incluso antes de las formaciones
maduras de clase con sus instituciones y valores conscientemente denidos» (Meiksins, 1983,
p. 91).
Para Thompson, la discusión acerca de las clases y su conciencia no puede ir separada de
la noción de lucha de clases, en el sentido de que los seres humanos se hallan condicionados
por un contexto histórico, en el cual se experimentan determinados tipos de explotación –o
ciertas condiciones de explotación de un grupo dominante– y sobre los cuales se identican
puntos de interés antagónicos que generan luchas por estas cuestiones. Sólo bajo ese
proceso de confrontación se descubren como clase.
La clase, en un sentido heurístico, es impensable sin la noción de “lucha de clases”. En mi
opinión, se ha prestado excesiva atención –en gran medida sin criterio histórico– a la “clase”, y
demasiada poca a la “lucha de clases”. Está claro que la lucha de clases es un concepto previo
y, a la vez, universal. En pocas palabras: las clases no existen como entidades aisladas que
buscan y encuentran una clase enemiga y, entonces, comienzan su lucha. Por el contrario, las
personas se encuentran en una sociedad estructurada de distintas maneras –principalmente,
pero no exclusivamente, según las relaciones de producción–, experimentan la explotación
–o la necesidad de mantener el poder sobre los que son explotados–, identican asuntos de
interés antagónicos, comienzan a luchar sobre estos puntos y, en el proceso de la lucha, se
descubren como clase. La clase y la conciencia de clase son siempre el último, no el primero,
estadio en el proceso histórico (Kaye, 1989, p. 183).
Ahora bien, para el caso especial que Thompson estudia, el conicto entre la gentry y la
plebe en la Inglaterra del siglo XVIII –o la lucha de clases sin clase–, el autor presenta un proyecto
muy bien estructurado del tipo de relaciones y nexos sociales que se establecieron entre los
diferentes grupos de la época. En palabras de Meiksins: «[…] la fórmula «lucha de clases sin
clases», que Thompson propone tentativamente para describir la sociedad inglesa en el siglo
XVIII, pretende precisamente trasmitir los efectos de las relaciones sociales estructuradas
como clase sobre los agentes faltos de conciencia de clase y como precondición para las
formaciones de clase consientes» (1983, p. 92).
Para él, las relaciones sociales no pueden entenderse fuera del conicto social, pero
tampoco deben entenderse como meras relaciones antagónicas, sino como polaridades
dialécticas, de antagonismo y reconciliación, entre las culturas renadas y las plebeyas de
la época, De modo que se puedan entender las experiencias formativas del ser social y la
manera en que son moldeadas por formas culturales. Bajo estas ideas y para describir las
relaciones sociales del siglo dieciocho, propone la metáfora de un campo de fuerza social:
por un lado, los abusos, el autoritarismo, la explotación, la dominación social, las prácticas de
gobierno; y, por el otro, la resistencia, las costumbres, los hábitos, la cultura subalterna. Kaye
arma «la multitud en un extremo, la aristocracia y la gentry en el otro y, hasta bien entrado
el siglo, grupos de profesionales y comerciantes sometidos porque sus vidas dependían
magnéticamente de los gobernantes, o en ocasiones ocultando sus rostros en actividad
conjunta con la multitud» (1989, p. 184).
Partiendo del análisis histórico-social que hace Thompson, se hace énfasis también en la
66
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
E. P. Thompson, el papel de las clases populares en las transformaciones histórico-económicas del capitalismo
idea siguiente: sí existiese un poder total o la plena concentración de autoridad en un polo
social, el análisis histórico resultaría ensombrecedor para entender, sobre todo, la naturaleza
del poder y del Estado, la ideología y la cultura, y sería, inclusive, demasiado pobre para
distinguir entre los diferentes modos de explotación, entre la mano de obra servil y libre
(Thompson, 1995).
Entonces cabe preguntarse: ¿cuáles eran los puntos de acceso al poder?, ¿desde dónde
se vislumbraban las condiciones de dominio?, ¿qué actores históricos limitaban o armaban
un poder?, ¿qué cambios estaban debilitando los antiguos medios de disciplina social? Las
respuestas a estas preguntas abarcan consideraciones muy diversas que tienen que ver con
el concepto de hegemonía de Gramci. En él se hace referencia a:
[…] un orden de lucha que es constantemente discutido y negociado, pero que no
llega a ser conicto revolucionario, tampoco supone el uso continuo de la fuerza
física para mantener el orden social […] En la Inglaterra del siglo xviii había una
vigorosa cultura plebeya enormemente distanciada de la cultura patricia y de su
concepción de orden social […] El mantenimiento del orden hegemónico, no fue un
proceso sencillo, en especial siguiendo a las revueltas y cambios del siglo diecisiete
(Kaye, 1989, p. 180).
En las que nuestro autor encuentra, en primer lugar, señas de al menos cuatro atenuantes
que limitaron el poder oligárquico de la Inglaterra del siglo XVIII. Uno es el acceso de la gentry
independiente a un cierto nivel de poder; el otro atenuante fue la pequeña clase media que
aprendía a ampliar y conservar sus libertades; por otro lado, estaban las instituciones de
la ley que intentaban conservar su legitimidad fallando en ocasiones a favor del humilde
y en contra del poderoso (aunque cabe acotar muchos puntos aquí); por último, está la
omnipresente resistencia de la multitud.
En segundo lugar, la Inglaterra del siglo XVIII, se encontraba ante grandes cambios en
los términos de la relación social, «la subordinación se transforma en negociación (si bien
entre partes sumamente desiguales)»; se vive un cambio cualitativo en las formas de trabajo,
«una proporción considerable de la población activa pasó, de hecho, a estar más libre de
disciplina en su trabajo cotidiano, a tener más libertades de elegir entre patronos, y entre
trabajo y ocio, a estar menos situada en una posición de dependencia en toda su forma
de vida, de lo que había sido antes o de lo que volvería a ser en las primeras décadas de la
fábrica y del reloj» (Kaye, 1989, p. 52).
En tercer lugar, nos plantea que el control de la clase dominante se hallaba localizado
de manera esencial en una hegemonía cultural, más que en una expresión del poder
económico y militar. Y para el momento que estudia nuestro autor la gentry era el sector
social que ejerció esa hegemonía; ésta se ejerció de forma indirecta y muchas veces oscura,
aunque paradójica: por un lado, no se les creía responsables de las condiciones en que vivían
la gente. «La gentry tenía tres principales recursos de control: un sistema de inuencia y
promociones que difícilmente podían incluir a los desfavorecidos pobres; la majestad y el
terror de la justicia, y el simbolismo de su hegemonía» (Thompson, 1979, p. 52); y una vez
instalada no necesita estarse rearmando diariamente.
Lo que hacía esta hegemonía era denir los límites externos de lo posible, tanto en
67
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
términos políticos como en términos de lo que se acostumbraba socialmente. Más allá
de esto no podía aventurarse la negociación entre la plebe y la gentry. Finalmente, nos
dice: la hegemonía nunca es totalizadora, coexiste con una cultura del pueblo vigorosa y
autoimpulsiva, justo porque las vidas de la plebe no se encuentran envueltas a tal punto que
se les impidiera defender sus propios modos de trabajo y descanso, formar sus propios ritos,
sus propias satisfacciones y visiones de vida. Pues a través de las reglas de la costumbre se
entablaba la confrontación con grupos sociales que intentaran trastocar lo aceptado por la
comunidad, «los valores, en no menor medida que las necesidades materiales, serían siempre
un ámbito de contradicciones, de lucha entre valores y concepciones de vida alternativos»
(Thompson, 1981, p. 269).
Una vez que hemos arribado a este último punto, podemos decir que los conictos
son previos a la aparición de la clase (obrera). Esta armación se sostiene con más fuerza si
hablamos de su conciencia, pues ésta deviene de una historia previa que se desarrolla en el
terreno de una cultura popular cargada de tradiciones y valores. La conciencia de clase no
aparece espontáneamente ni de forma vertical, es parte de un proceso en el que se delimitan
acciones y protestas que tienen que ver más con una economía moral y con una apelación a
la costumbre. Al respecto, Meiksins arma:
Por consiguiente, la lucha de clase precede a la clase, tanto en el sentido de que
las formaciones de clase presuponen una experiencia del conicto y la lucha que
nacen de las relaciones de producción, cuanto en el sentido de que hay conictos
y luchas estructurados «en forma de clase» incluso en formaciones sociales que
todavía no tienen formación de clase con conciencia de clase (1983, p. 91).
Por otro lado, cabe aclarar que no se está planteando una ecuación modernidad versus
tradición. Estamos tratando de explicar que, ante los cambios introducidos por la modernidad
capitalista, por la industrialización, por la movilidad social, por las normas del mercado, por
la racionalidad económica, etcétera, los grupos sociales subalternos se comportan o actúan
con los contenidos cualitativos propios de su vida cotidiana y de sus tradiciones o valores,
para hacer “vivible”, bajo sus propios medios, los cambios y las reconguraciones modernas.
En este sentido, los aportes de E.P. Thompson al estudio de los grupos subalternos, que
hemos resumido brevemente hasta aquí, son de suma utilidad para entender, por ejemplo,
el grado y el modo en que los artesanos libres responden ante la racionalidad de la vida
moderna. Tomemos brevemente un caso que trata nuestro autor: ¿qué pasa con la regulación
de los salarios de los artesanos sí éstos no están determinados por la oferta y la demanda
del mercado de trabajo capitalista? Lo que sucede es que se hace valer una regulación
determinada por la tradición –por elementos que van más allá de la racionalidad económica
naciente– y que abarcan desde la posición conferida al artesano rural por la costumbre hasta
la intricada regulación institucional-gremial de los centros urbanos. Así, si nos vamos de
ocio en ocio, la historia cambia mucho.
Desde este mirador, me interesa hablar un poco más de los elementos que Thompson
describe en su obra más importante y debatida a nivel mundial. Obra que signicó el punto
de partida de muchos debates intelectuales en los cuales Thompson participó a lo largo de
su carrera como historiador, y que hemos intentado denir a grandes rasgos hasta aquí.
68
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
E. P. Thompson, el papel de las clases populares en las transformaciones histórico-económicas del capitalismo
Derivado del análisis histórico del libro La formación de la clase obrera en Inglaterra
publicado en 1963, encontramos el punto de partida de un variado grupo de elementos
conceptuales que caracterizaran la obra histórica de Thompson. Entre ellos encontramos el
papel de los grupos subalternos como agentes históricos y, en ese sentido, su carácter activo
dentro de los procesos económicos políticos y culturales. La lectura de Thompson también
ha demostrado que la conciencia y la clase no están determinadas ni funcionan a partir de
estructuras estáticas –sean éstas económicas, ideológicas, sociales, etcétera–, justo porque su
forma de ver la historia está directamente relacionada con la idea de sujeto que actúa y se
comporta frente a una situación o experiencia inmediata de la realidad. De ese modo, ve a la
clase como un fenómeno histórico que supone actuación y conciencia. El propio Thompson
nos dice:
La experiencia de la clase está ampliamente determinada por las relaciones de producción
en las que los hombres nacen, o en las que entran involuntariamente. La conciencia de clase
es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en
tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece
como algo determinado, la conciencia de clase no lo está. Podemos ver cierta lógica en las
respuestas de grupos laborales similares que tienen experiencias similares, pero no podemos
formular ninguna ley. La conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos
y lugares, pero nunca surge exactamente de la misma forma E.P. (Thompson, 1989, v. I, p. XIV).
REFERENCIAS
Aguirre Rojas, C. A. (2016). La Economía Moral de la Multitud pensada desde América Latina
en E. P. Thompson, La economía moral de la multitud y otros ensayos. Ediciones desde
abajo.
Anderson, P. (1985). Teoría, política e historia. Un debate con E.P. Thompson. Siglo XXI.
Eley, G. (1994). E. P. Thompson, Historia Social y Cultura Política: La formación de la clase
obrera, 1780-1850, en Historia Social N° 18.
Fontana, J. (1994). E. P. Thompson, hoy y mañana, en Historia Social, N° 18.
Giddens, A. (1994). Fuera del Mecanismo: E. P. Thompson sobre conciencia e historia en
Historia social, N° 18.
Herrera de la Fuente, C. (2007). Técnica en Marx y Heidegger. Dos versiones críticas de la
modernidad, Tesis de maestría en Filosofía. UNAM/FFyL.
Hobsbawm E. y Rudé, G. (1978). Revolución industrial y revuelta agraria. El capitán Swing.
Siglo XXI.
_______. (1974). Rebeldes primitivos: estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos
sociales en los siglos XIX y XX. Ariel.
_______. (1984), De la historia social a la historia de la sociedad en Problemas de la historiografía
contemporánea, Universidad Autónoma del Estado de México.
Illades, C. (2001), Estudio sobre el artesanado urbano del siglo XXI. Fondo de Cultura
Económica.
Kaye, H. (1989). Los historiadores marxistas británicos, un análisis introductorio. Universidad
de Zaragoza.
Lucena Ayala, V. (2001). Entre el motín y el delito la protesta no institucionalizada en la
69
VOLUMEN II/ NÚMERO 2/ AÑO 1/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 54-69/ RECIBIDO: 01-08-2020/ APROBADO: 12-10-2020/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
provincia de Zaragoza. 1890-1905 en Historia Contemporánea, II (23).
Meiksins Wood, E. (1983). El concepto de clase en E. P. Thompson en Cuadernos políticos,
N° 36.
______. (1994). Entre las suras teóricas: E. P. Thompson y el debate sobre la base y la
superestructura, en Historia Social N° 18.
Rudé, G. (1981). Revuelta popular y conciencia de clase. Crítica Grijalbo.
______. (1989). La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra
(1730-1848). Siglo XXI.
______. (2000). El rostro de la multitud. Biblioteca de Historia Social.
Samuel, R. (1991), Qué es la historia social, en Historia social, N° 10.
Scott, J. (2000). Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos. Era.
Thompson, E. P. (1979). Tradición revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la
sociedad preindustrial, Editorial Crítica.
_______. (1981). Miseria de la teoría. Editorial Crítica.
_______. (1989). La formación de la clase obrera en Inglaterra. Editorial Crítica.
_______. (1991). “Algunas observaciones sobre clase y «falsa conciencia»”, en Historia Social,
N° 10.
__________. (1995). Costumbres en Común. Editorial Crítica/Historia del mundo moderno.
Tilly, C. (1986). The Contentious French. Harvard University Prees.
__________. (1996). Conclusion: Contention and the Urban Poor in Eighteenth-and Nineteenth-
Century Latin America en Arrom, S. y Ortoll, S. (eds.) Riots in the Cities. Popular Politic in
the Urban Poor in Latin America, 1765-1910. Scholary Resources Books.
Tilly, L. y Tilly C. (1981). Class Conict and Collective Action, Sage. New Approaches to Social
Science History.
Zemon Davis, N. (1991). Las formas de la historia social en Historia Social, N° 10.