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VOLUMEN III/ NÚMERO 1/ AÑO 2/ ISSN 977245257580/ PÁGINAS 66-79/ RECIBIDO: 10-03-2021/ APROBADO: 15-05-2021/ www.revpropulsion.cl
Revista ProPulsión. Interdisciplina en Ciencias Sociales y Humanidades
contra las múltiples injusticias de que eran objeto todos los nacidos en esta tierra,
todos los herederos del destierro. Se da una historia común, de libertades, que
se inicia precisamente en el Caribe, donde antes se iniciase la conquista. […] La
temática central en esta región, por lo que se reere a la elaboración de políticas
culturales, va a tener dos preocupaciones, la de identidad y la de la integración.
[… Políticas culturales que están condicionadas por] la falta de conciencia de un
destino común [con Asia y África], el del colonialismo y el neocolonialismo. En este
sentido, la búsqueda de la identidad latinoamericana va a ser vista como punto de
partida de la integración (Zea, 1980, pp. 55-56).
Con base en este diagnóstico es que podemos armar que toda auténtica cultura es
expresión de la persona humana concreta, desde su dimensión antropológica históricamente
situada y tendiente a una universalidad diversa. Es aquí que la difusión cultural inuye en
la cultura al pasar necesariamente por el cuestionamiento de toda cultura elitista y toda
cultura de masas, para congurar un proceso de comunicación realmente común a todas las
personas humanas para relacionar a todos los sujetos, todas las culturas y todos los pueblos
concretos entre sí. Por lo cual, una cultura colectiva que se relaciona con una difusión cultural
en el sentido aquí planteado, puede ser llamada, con toda propiedad, una cultura popular
que es también una cultura descolonizada en tanto que «la descolonización del hombre y
la cultura de que somos parte y expresión, ha de venir de nosotros mismos» (Zea, 1974, p. 54).
Justamente, para asimilar inventivamente (inventar, para no errar, parafraseando al
maestro de Simón Bolívar, el también profesor Simón Rodríguez) es preciso identicar a
nuestros pueblos de nuestra América como premisa necesaria para toda integración. A partir
de políticas culturales institucionalmente garantizadas para una auténtica difusión cultural,
es que las distintas instituciones educativas, como las universidades, han establecido su
misión educativa, que se complejiza con los “poderosos medios de comunicación masiva”
y tiende hacia una politización de la cultura. De allí la descolonización de una cultura no se
obtiene más que del fruto de la conciencia crítica de la misma, a partir del dimensionamiento
histórico del neocolonialismo (y no sólo una “colonialidad” sin dimensión antropológica)
adoptado. Por ello, Zea insiste desde el principio en la conscientización de la problemática
de la sociedad, donde la difusión cultural universitaria parta desde los valores y principios de
la sociedad en que se origina.
En tal sentido, las reformas universitarias latinoamericanas (como las del siglo XX con
Argentina y la Universidad de Córdoba en 1918, entre muchas otras) se han abocado y
tendrán que seguir orientándose por el horizonte de la interpretación racional de la realidad.
Esto es, que toda reforma educativa (universitaria en este caso) considere como horizonte no
solamente una descripción de la realidad donde se sitúan, sino también una interpretación
crítica de lo que nos es propio.
Es aquí que se precisa democratizar la educación y educar en la democracia, a partir de
la polémica como actividad práctica que permita dimensionar los principios mínimos de
toda convivencia social, para una conciencia orientadora, esto es, educativa, inclusiva de toda
persona humana y sin campo para toda aculturación. En tal sentido arma Zea que «más
que difundir la cultura, esto es, los productos de la conciencia crítica enfrentando la realidad,
lo que hay que difundir es la actitud crítica […], es la conveniencia de la capacidad crítica del
hombre, de cualquier hombre frente a la realidad en que se encuentra inmerso». ¿Por qué?