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Recuperar al sujeto, al ser humano, ante la emergencia
de la realidad pandémica
Recover the subject, the human being, in the emergency of the
pandemic reality
DR. MARIO MAGALLÓN ANAYA
CIALC-UNAM, Ciudad de México, México(mariom@unam.mx)(https://orcid.org/0000-0003-
0341-7664)
RESUMEN
Ante el análisis de la nueva pandemia aparecen lenguajes difusos,
sobre lo que es la “nueva normalidad;” lo normal o la normalidad,
hipotéticamente, diríamos, es el ejercicio de la frónesis o equilibrio
entre la salud y la enfermedad: el justo medio de la proporcionalidad;
empero, en el pensamiento losóco como en las epidemias en
el análisis de los problemas es ineludible ir a las profundidades
conceptuales y las prácticas de prevención y cura: del cuerpo y del
alma; para lo cual se necesitan reinventar formas de aprehensión
capaces de investigar las etiologías, construir semióticas y semánticas
renovadoras que sean capaces de explicarlas; en el análisis de los
comportamientos que abran el espacio en la comprensión de la
nueva realidad pandémica, la que requiere redenirla y explicarla,
como de buscar alternativas teórico-prácticas para enfrentarla;
lo que colige aproximarnos al problema a través de metáforas y
lenguajes que permitan acercarse a la comprensión y conocimiento
de ésta, de los síntomas y de las prácticas; lo que requiere encontrar
analogías comunes con otras enfermedades colectivas, que a través
de la historia han diezmado a la humanidad, la metodología es
inter y transdisciplinaria desde la hermenéutica analógica simbólica
fenomenológica de la ontofenomenicidad del acontecimiento
losóco-político, en el análisis de los textos y contextos críticos
de los textos y la redacción del trabajo buscando el justo medio
aristotélico en una dialéctica histórica procesual.
VOLUMEN V/ NÚMERO 1/ AÑO 3/ ISSN 977245257580
PÁGINAS 8-26/ RECIBIDO: 20-03-2022/ APROBADO: 28-04-2022
DOI: https://doi.org/10.53645/revprop.v5i2.94
www.revpropulsion.cl
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ABSTRACT
Before the analysis of the new pandemic, diffuse languages appear, about what
is the “new normality;” what is normal or normality, hypothetically, we would
say, is the exercise of phronesis or balance between health and disease: the
fair mean of proportionality; however, in philosophical thought as in epidemics
in the analysis of problems it is unavoidable to go to the conceptual depths
and practices of prevention and cure: of the body and of the soul; for which
it is necessary to reinvent forms of apprehension capable of investigating the
etiologies, building semiotics and renovating semantics that are capable of
explaining them; in the analysis of the behaviors that open the space in the
understanding of the new pandemic reality, which requires redening and
explaining it, as well as seeking theoretical-practical alternatives to face it; what
it takes to approach the problem through metaphors and languages that allow
approaching the understanding and knowledge of it, of the symptoms and of
the practices; which requires nding common analogies with other collective
diseases, which throughout history have decimated humanity, the methodology
is inter and transdisciplinary from the phenomenological symbolic analogical
hermeneutics of the ontophenomenicity of the philosophical-political event,
in the analysis of the texts and critical contexts of the texts and the writing of
the work looking for the Aristotelian middle ground in a procedural historical
dialectic.
PALABRAS CLAVE / KEY WORDS
sujeto, pandemia, salud, enfermedad, ética, libertad / subject, pandemic, health,
illness, ethics, freedom,
1. INTRODUCCIÓN
Ante los grandes avances cientícos y tecnológicos que han transformado nuestro mundo
sigue vigente el problema del sujeto, donde el ser humano es tratado como objeto, cosa,
utilizable y prescindible; para perderse en las sombras de los procesos políticos, ideológicos y
económicos; puede decirse que con la declaración de la “muerte del sujeto”, de la metafísica
(losofía) y del n de la historia; el cuidado de mismo(a) y el conócete a ti mismo(a), no
hacen presencia como factor dominante, salvo en casos excepcionales en las organizaciones
de derechos humanos y de grupos humanitarios en el mundo; las que son de muy diversa
liación ideológica, política, social y económica, y no siempre son éticamente incluyentes
y solidarias de todos(as) los seres humanos; quizá, porque el principio ontológico que allí
opera, sobre el ente-ser humano no es depositario de la diversidad humana, ni asumido
desde la ética positiva comprensiva de la pluralidad humana; más bien, está cargado de
connotaciones negativas, como el egoísmo, exclusión, marginación, racismo, problemas
de género, entre otras; posiblemente, porque no han mostrado la capacidad, menos aún,
han tenido la disposición para fundamentar una ética social como categoría política de
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relación comunitaria que generalice y sea depositaria de todos(as); y que se ocupe no sólo
del cuerpo, por lo mismo el horizonte losóco de nuestra América y del mundo se concitan
diversas orientaciones ideológicas, políticas, económicas, sociales e intereses especiales, de
capital y de dinero, que traspasan y transgreden el problema de la situación humana. En
el neocapitalismo, toda relación humana tiene valor de uso y valor de cambio; mercancía-
consumo dinero-mercancía-dinero, como decía Carlos Marx en El Capital: todo se compra y se
vende; menos la vida; lo que ha mostrado demasiada insensibilidad ante el acontecimiento
de la epidemia y las consecuencias; donde, en nuestro entender, lo más importante es
reconocer que está de por medio la salud y la vida y no la ganancia; para el análisis del
acontecimiento es necesario reconstruir y construir nuevos lenguajes de interpretación y
explicación de la enfermedad, como de las patologías, porque los anteriores del pasado son
ya insucientes para analizar y explicar el mundo de la vida y de la existencia humana.
2. LA NUEVA “NORMALIDAD” EN AMÉRICA LATINA Y EL
MUNDO
La hipotética “nueva normalidad,” que se ha venido manejando ante la emergencia del
regreso a las diversas actividades: sociales, escolares, académicas; de trabajo, religiosas,
políticas, económicas, de comunicación y de relación entre los individuos, los sujetos sociales
y las comunidades en México, en nuestra América y en el mundo; como consecuencia de la
pandemia de SARS 2 de la Covid 19, de las mutaciones y variantes que en la actualidad se
hacen presente y dominan en el mundo; ha colocado a los seres humanos, a los Estados y
gobiernos, instituciones de salud, sociales, empresas, organizaciones económicas, educativas
y culturales a nivel mundial, en una situación de crisis permanente, de desestabilidad
apocalíptica aterradora, en todos los horizontes de la vida familiar, social, de convivencia,
de participación comprometida, responsable y solidaria con todos(as); lo que ha atentado
contra el mundo de la vida del ser humano, de la existencia y del sujeto: individual y social
comunitario; lo que motiva a reexionar sobre lo que se entiende por lo normal y lo patológico.
Antes, como ahora, es importante recuperar y traer a la palestra, el viejo y actual principio
platónico: el cuidado de sí mismo, lo que implica el conócete a ti mismo, para ser un sí mismo
identitario analógico con el otra(o), con el sujeta(o), en el sentido de alteridad horizontal
comprensiva y diferenciadora, donde todos(as) estén incluidos; especialmente en este
momento de emergencia, ante la peste, la epidemia, la enfermedad que domina el mundo
de la vida de los seres humanos. Empero, en la historia, a través del tiempo, el cuidado de
sí y el conócete a ti mismo se han ido perdiendo para quedar reducidos a prácticamente
nada, a la aniquilación del ente-ser, del sujeto, del individuo; esto es, se ha descuidado el ser
humano y el cuidado de sí mismo, de la existencia y de la vida humana, para ser sólo parte
de los procesos sociales.
A pesar de los grandes avances cientícos y tecnológicos, prevalece el problema en el
mundo de la vida, donde el sujeto, el ser humano es tratado como objeto, cosa, utilizable
y prescindible; para perderse en las sombras de los procesos políticos, ideológicos y
económicos; puede decirse que con la declaración de la “muerte del sujeto,” de la metafísica
(losofía) y del n de la historia; el cuidado de mismo(a) y el conócete a ti mismo(a), no
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hacen presencia como factor dominante, salvo en casos excepcionales en las organizaciones
de derechos humanos y de grupos humanitarios en el mundo; las que son de muy diversa
liación ideológica, política, social y económica, y no siempre son éticamente incluyentes
y solidarias de todos(as) los seres humanos; quizá, porque el principio ontológico que allí
opera, sobre el ente-ser humano no es depositario de la diversidad humana, ni asumido
desde la ética positiva comprensiva de la pluralidad humana; más bien, está cargado de
connotaciones negativas, como el egoísmo, exclusión, marginación, racismo, problemas de
género, entre otras; esto es, posiblemente, porque no han mostrado la capacidad, menos
aún, han tenido la disposición para fundamentar una ética social como categoría política de
relación comunitaria que generalice y sea depositaria de todos(as); y que se ocupe no sólo
del cuerpo, de bios, en su sentido biológico, sino además, de zoé, de la vida, en la que está
contenida bios, la razón, la espiritualidad humana: la sabiduría.
Esto es en pocas palabras: un conjunto unitario como un todo, de la practicidad
fenomenológica de la vida, lo que tiene implícito la adquisición de sabiduría; de saber vivir
con dignidad y respeto, hacia sí mismo y hacia los otros(as); unidad integral de la practicidad
como experiencia de vida a través de la ética antropológica de la educación, de la pedagógica
paidética, amorosa y solidaria por el cuidado de sí mismo y con el conocimiento de sí mismo
como otro. (Foucault, 2002).
Más ahora, cuando
Los estilos de vida alternativos exigen no sólo vivir de manera diferente, sino
también conocer de manera diferente. Debemos ser capaces de alumbrar una
justicación racional para nuestros nuevos estilos de vida, lo que nos llevará,
nada más y nada menos, que a alumbrar una nueva racionalidad. Debemos estar
convencidos, en nuestra mente y en nuestro corazón, de que la austeridad lejos
de ser algo deprimente que tiene que ver con la abnegación y el sacricio, es una
manifestación positiva de nuevas cualidades; solo entonces viviremos con una
austeridad elegante. […] El siglo XXI será un siglo ecológico; de lo contrario, es muy
posible que no haya siglo XXII. <<El ecologismo será la cuestión política crucial de
nuestra época, como el conservadurismo y el liberalismo lo han sido en el pasado>>,
proclaman algunas voces. Es una armación ambiciosa, aunque al mismo tiempo,
tal vez se quede corta, dado que reduce la ecología a la ideología. Concebida como
una perspectiva ecológica general sobre todos los aspectos de la vida, ha asumido
el pale de una nueva religión; el pensamiento ecológico es un pensamiento casi
religioso. Necesitamos una forma de fervor religioso que una nuestras energías y
voluntades en el extraordinario proyecto de salvar la Tierra y de salvarnos con ello
a todos nosotros. (Skolimowski, 2017, p. 14-16).
Esto equivale a la salvación, a la recuperación y resguardo de la nosotridad convivencial,
ante los acontecimientos, para transitar de la muerte a la vida, porque el horizonte humano
es la vida.
Es decir, la noción de salvación de uno mismo y de los otros tiene un sentido técnico:
1. La salvación permite pasar de la muerte a la vida. Es un sistema binario que se
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sitúa entre la vida y la muerte, entre la mortalidad y la inmortalidad, entre el
mal y el bien, entre este mundo y el otro. La salvación es un operador de paso.
2. La salvación está ligada a la dramaticidad de un suceso histórico o meta-
histórico, a la temporalidad y a la eternidad. La salvación es una operación
compleja que requiere la presencia del otro en tanto que operador de la
salvación de uno mismo. […] El que se salva es aquel que está en un estado de
alerta, de resistencia, de
dominio y de soberanía
de sí mismo, lo que le permite
rechazar todos los ataques y todos los asaltos. […]
En suma, salvarse quiere decir asegurarse la propia felicidad, tranquilidad y
serenidad. Como estamos viendo salvarse posee signicaciones positivas, y no
reenvía a la dramaticidad de un suceso que le permite pasar de lo negativo a lo
positivo;
el término salvación no reenvía a otra cosa que no sea a la vida misma.
(Foucault, 1987, p. 70-71).
En este sentido, ante la urgencia pandémica y el resguardo de la vida y lo que ello implica;
la losofía, no puede reducirse, sólo al trabajo académico y de cubículo, si no que tiene
que salir, está obligada a surgir, a hacerse presente, en la vida pública; tiene que decir algo
respecto de la epidemia y de la vida; históricamente: losofía y enfermedad surgen de la
plaza pública, en la politicidad de las relaciones sociales, de la realidad histórica concreta
y convivencial; analógicamente, lo mismo acontece cuando se piensa la relación entre la
losofía y la epidemia, lo que implica romper con la vieja concepción multicitada de la
“normalidad” y la hipotética “nueva normalidad,” no sólo en nuestra América, sino en el mundo
entero. Empero, su manejo es demasiado ambiguo y lleva a inconsistencias e irregularidades
en la comprensión y el análisis.
Más aún, ahora cuando en el horizonte losóco de nuestra América y del mundo se
concitan diversas orientaciones ideológicas, políticas, económicas, sociales e intereses
especiales, de capital y de dinero, que traspasan y transgreden el problema de la situación
humana ante la enfermedad. En el neocapitalismo, toda relación humana tiene valor de uso
y valor de cambio; mercancía-consumo dinero-mercancía-dinero, como decía Carlos Marx
en El Capital: todo se compra y se vende; menos la vida; lo que ha mostrado demasiada
insensibilidad ante el acontecimiento de la epidemia y las consecuencias; donde, en nuestro
entender, lo más importante es reconocer que está de por medio la salud y la vida y no
la ganancia; para el análisis del acontecimiento es necesario reconstruir y construir nuevos
lenguajes de interpretación y explicación de la enfermedad, como de las patologías, porque
los anteriores del pasado son ya insucientes para analizar y explicar el mundo de la vida y
de la existencia humana.
Ante el análisis de la nueva pandemia aparecen lenguajes difusos, sobre lo que es la
“nueva normalidad”; lo normal o la normalidad, hipotéticamente, diríamos, es el ejercicio de
la frónesis o equilibrio entre la salud y la enfermedad: el justo medio de la proporcionalidad;
empero, en el pensamiento losóco como en las epidemias en el análisis de los problemas
es ineludible ir a las profundidades conceptuales y las prácticas de prevención y cura: del
cuerpo y del alma; para lo cual se necesitan reinventar formas de aprehensión capaces de
investigar las etiologías, construir semióticas y semánticas renovadoras que sean capaces de
explicarlas; en el análisis de los comportamientos que abran el espacio en la comprensión
de la nueva realidad pandémica, la que requiere redenirla y explicarla, como de buscar
alternativas teórico-prácticas para enfrentarla; lo que colige aproximarnos al problema a
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través de metáforas y lenguajes que permitan acercarse a la comprensión y conocimiento
de ésta, de los síntomas y de las prácticas; lo que requiere encontrar analogías comunes con
otras enfermedades colectivas, que a través de la historia han diezmado a la humanidad.
En el saber médico hasta la actualidad, se dan rupturas, donde la lección del objeto:
enfermedades, dolencias, patologías y sufrimientos están dirigidas a una hipotética
objetividad positiva fundada en la practicidad de la mirada por el facultativo o médico y del
objeto clínico.
Allí, donde se dan
Todos los dominios de un espacio quimérico por el cual se comunican médicos
y enfermos, psicólogos y prácticos […], (los que) no han desaparecido; (sino) han
sido desplazados más bien, y como encerrados en la singularidad del enfermo,
del lado de la región de los “síntomas subjetivos” que dene para el médico no ya
el modo de conocimiento, sino el mundo de los objetos por conocer. El vínculo
fantástico del saber y del sufrimiento, lejos de haberse roto, se ha asegurado por
una vía más compleja que simple permeabilidad de las imaginaciones; la presencia
de la enfermedad en el cuerpo, sus tensiones, sus quemaduras, el mundo sordo
de las entrañas, todo el revés negro del cuerpo que tapizan largos sueños sin ojos,
son a la vez, discutidos en su objetividad por el discurso reductor del médico y
fundados como tantos objetos por su mirada positiva. Las imágenes del dolor no
son conjuradas en benecio de un conocimiento neutralizado; ha sido distribuidas
de nuevo en el espacio donde se cruzan los cuerpos y las miradas. Ha cambiado
la conguración sorda en la que se apoya el lenguaje, la relación de situación y de
postura, entre el que habla y aquello de lo cual se habla. (Foucault, 1966, p. 3).
En el entendido, de que no es posible liberarse de las cargas ideológicas y prejuicios
al analizar las raíces de la problemática de las enfermedades y las pandemias, que en la
actualidad nos ocupa; pero la realidad urge posibles respuestas y alternativas consistentes,
capaces de explicar y enfrentar el acontecimiento. Las epidemias, las pestes, las enfermedades
son, con mucha frecuencia, puede decirse que casi siempre, fenómenos colectivos; antes,
como ahora corren, penetran y enferman los cuerpos y las almas de las gentes que las llevan
a la muerte masicada, colectiva.
Nada, en este arsenal cuya herrumbre lleva la huella de todos los tiempos, puede
designarse claramente lo que ha pasado en el viraje del siglo XVIII cuando al volverse a poner
en juego el viejo tema clínico se “produjo,” si hay que creer en las apariencias prematuras,
una mutación esencial del saber médico.
[…] La clínica, invocada sin cesar por su empirismo, la modestia de su atención
y el cuidado con el cual deja ver silenciosamente las cosas bajo la mirada, sin
turbarlas con ningún discurso, debe su importancia real al hecho de que es una
reorganización en profundidad no sólo del discurso médico, sino de la posibilidad
misma de un lenguaje sobre la enfermedad. La contención del discurso clínico
(proclamada por los médicos: rechazo de la teoría, abandono de los sistemas, no
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losofía), indica, en secreto, esta reserva inagotable a partir de la cual ella puede
hablar: la estructura común que corta y articula lo que ve y lo que dice. (Ibídem, p.
13-15).
Por eso, el saber epidemiológico en la actualidad y la aplicación del conocimiento médico,
ante el apremio o urgencia, requiere de la cooperación de todas(os); donde los Estados tienen
un papel preponderante para enfrentar la pandemia; por ello, deben establecer relaciones
con las organizaciones de salud pública y privada, los centros de investigación cientíca y
tecnológica encaminada al cuidado de la salud y de la vida de manera digna y éticamente
responsable; la OMS, los laboratorios de medicamentos, de análisis clínicos, entre otros, tiene
que realizar un trabajo conjunto en todos los países para enfrentar la enfermedad, lo que
trasgrede -tiene que hacerlo-, los intereses económicos, para hacer una práctica de ética
mundial comprometida, responsable y solidaria con el género humano.
Las epidemias y las enfermedades vagan entre nosotros(as), permanece o se quedan
largas temporadas o para toda la vida; pero su presencia en la actualidad es demoledora de
la vida de los seres humanos; lo que genera dispersión en cuanto a las maneras de atajar la
enfermedad; afortunadamente las ciencias médicas y la tecnologías están muy avanzadas
comparadas con las de otros tiempos históricos; lo importante es conocer y analizar la
estructura y comportamiento de la enfermedad, del “mal,” y la patología, para buscar
modos de cercarla y contenerla; para ello se han planteado, conociendo, más o menos, el
comportamiento del virus, diversas estrategias y cuidados de higiene y prevención; de donde
se pueden derivar las posibilidades de enfrentarlo e interrumpir su circulación, a través de
las vacunas, de nuevos medicamentos, los que, conjuntados con otros cuidados reducen sus
consecuencias.
Antes como ahora,
Buscamos protegernos en lo posible del rondar de la epidemia, de su modo
ineluctable de vagar. Las formas de cercar y combatirla en tiempos del naciente
estado capitalista no divergen mucho de nuestros días donde también se vigilan
las aguas, las aglomeraciones, los entierros, los mataderos; y donde se ensayan
diseños institucionales capaces de frenar en las esferas de la educación, de la
recreación, de la punición, el errabundo tránsito del virus. (Prieto, 2021, p. 3).
Ya no es posible hablar de la llamada “normalidad losóca,” como de “normalidad
sanitaria” a manera de un reejo de la concebida en el occidente europeo, porque ahora
están incluidos todos los países: desarrollados y atrasados; los países metropolitanos e
imperiales, los que pensaban que la Ciencia al igual que la Filosofía y otros tipos de saberes,
de los conquistados y dominados, no se encontraban a la altura de las europeas.
Posteriormente, con la modernidad capitalista, los países desarrollados occidentales
fueron nugatorios del conocimiento y saberes de los subdesarrollados; lo que muestra que
la losofía, la ciencia, e inclusive, la tecnología, se concebían y conciben, como modélicas
y de raíz transatlántica; esta idea como forma de pensamiento losóco y cientíco tiene
un raigambre colonial ideológicamente de dominio y control, y que, en la historia de la
losofía y de la ciencia de nuestra América no se superó, ni en la posindependencia; en el
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siglo XX se asumen, a veces consciente, otras inconscientemente, de manera autocolonial; y
posteriormente, después de la segunda mitad del siglo XX como lo poscolonial; e inclusive,
se puede decir lo mismo de la decolonialidad, pero, ésta con ciertos matices analíticos y
críticos de las otras losofías nuestroamericanas, como de las imperiales venidas de Europa;
esto ha trascendido y logrado alcanzar las dos primeras décadas del siglo XXI.
Porque puede decirse que
Hay una consecuencia terroríca derivada de la producción interrumpida de
positividad: pues si la negatividad engendra la crisis y la crítica, la positividad
absoluta engendra a su vez la catástrofe precisamente por su incapacidad de
destilar la crisis. Toda estructura, todo sistema, todo cuerpo social que acosa,
expulsa o exorciza sus elementos negativos y críticos, corre el riesgo de sufrir
una catástrofe por reversión e implosión total, del mismo modo que todo cuerpo
biológico que acosa y elimina todos sus gérmenes, bacilos y parásitos, todos sus
enemigos biológicos, corre el riesgo de padecer un cáncer, es decir una positividad
devoradora de sus propias células, corre el riesgo de ser devorado por sus propios
anticuerpos, ya sin empleo. (Baudrillard, 2000, p. 11).
3. RELACIONES ENTRE FILOSOFÍA, CIENCIA:
IDEOLOGÍA Y PANDEMIA
Antes, como hasta ahora, con la conquista y dominación de los pueblos de nuestra
América y del mundo, se puso en cuestión la capacidad de pensar de los habitantes y
dueños originarios de los territorios nuestroamericanos, como de cualquier región del mundo
que ha sido producto de la conquista e invasión de territorios, etnias, naciones, regiones; los
conquistadores y dominadores arrebataron, sometieron y esclavizaron, inclusive, muchas de
las poblaciones fueron masacradas y diezmadas en las geografías del planeta; impusieron
sus formas de ser, pensar, creer, actuar, imaginar y soñar; esto va a trascender en el tiempo,
hasta alcanzar el siglo XXI; aunque ahora se reconoce, que La Filosofía se constituye de
losofías en el tiempo; al igual que La Ciencia está formada o constituida por las ciencias; las
losofías nuestroamericanas, como las losofías en el mundo, forman parte de La Filosofía;
como la practicidad del losofar y la losofía surgen de la realidad históricamente situado;
es decir, desde un horizonte propio, porque no existe un modelo en el losofar. Empero, las
humanidades, la losofía entre ellas, las ciencias y la tecnología requieren del nanciamiento
e inversión de capital para la investigación y desarrollo; lo que en los países pobres es muy
limitado e incluso, en algunas regiones del mundo, es prácticamente nulo, pero no es porque
falte talento entre ellos.
Se ha hecho creer que -ideológicamente-, entre los países subdesarrollados, pobres, no
hay talento, ni creatividad, y, por lo tanto, están condenados a repetir experiencias venidas
de otras regiones, lo que lleva a la necesidad de reexionar sobre las formas ideológicas, de
poder y dominio ejercidas desde las naciones imperiales, e inclusive, al interior de las pobres.
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Esto requiere reexionar sobre las relaciones que existen entre la losofía y la ideología; es
decir, la losofía está permeada, penetrada, por la ideología, las ciencias naturales y sociales;
dominada y controlada por las relaciones de poder.
Sabido es que quién detenta y usurpa el poder, se arroga el conocimiento y el saber;
lo cual no ha sido superado hasta ahora, en muchos aspectos en nuestra región, y puede
decirse que en el mundo. Es importante señalar y reconocer que la Filosofía y su historia se
constituye de losofías en el mundo, resultado de los problemas que requieren respuestas
urgentes sobre la realidad, la vida, el mundo, la naturaleza, la existencia, Dios, el sujeto, el Ser.
Más allá de esto, la losofía es una vocación humana de los entes-seres, sujetos del
losofar, del pensar; porque éste es una exclusiva humana, de todo ser humano. Por otro
lado, es ineludible señalar que entre la losofía y la ideología se da una simbiosis, que exige
superar con el ejercicio crítico de la razón, como de cualquier forma de pensar y de control
ideológico. En la historia de la losofía, el sujeto del losofar; la persona humana se ha visto
obligada a desenmascarar la permanente ambigüedad sobre el sentido y valor ontológico y
epistemológico de la losofía, lo que implica analizar las formas del saber crítico e ideológico.
Más para que aquella ínsita ambigüedad sea vista, es necesario tener conciencia de lo
ideológico, el que ha sido reconocido tardíamente en la historia de la humanidad, lo que
supone, a su vez, toda una manera muy viva de entender la naturaleza del concepto como
instrumento mental, como tradicionalmente lo expresaron la losofía de los griegos, pero se
puede hacer extensiva a cualquier otra comunidad humana. Los pensadores que creyeron
posible una radical instalación en el concepto y por tanto un fácil rechazo de todas las formas
que consideraron preconceptuales, entendieron haber superado toda ambigüedad y con
ello todo lo espúreo que la vida introduce en las formas de un pensar “libre”.
[…] De esta manera lo ideológico, como realidad extraña al concepto, liberaba a los
lósofos de su presencia y los dejaba cómodamente instalados en un pretendido
saber puro, en una conciencia transparente e impoluta, reinado del Espíritu,
al que denominaron la losofía. Pero la losofía seguía, a pesar de esto, siendo
una realidad tremendamente ambigua que exigía nuevas formas de crítica, más
vivas, por lo mismo que seguía ocultando en su seno todo aquello que creía haber
expulsado. (Roig, 1973, p. 217-218).
Esto incita a pensar, a reexionar, sobre las nuevas formas y prácticas de relación convivencial
y de comunicación entre los entes-seres en la actualidad de crisis global y pandemia; donde
se plantea la necesidad de redenir, rescatar viejos lenguajes y proponer nuevos, implícitos
en el mundo de la vida; que demandan e provocan a pensar sobre la normalidad y la
patología; de una existencia transida de enfermedad y, ahora, se encuentra mediada por la
“pantalla total,” de Baudrillard, (2000), del frío vidrio e imagen plana de las computadoras,
la TV en relación con la internet y las redes sociales como: Facebook, Wathsapp, Instagram,
Tic Tok, Twitter, entre otras; como de aquello que por ellas se transmite: información (que no,
necesariamente, comunicación), que ponen en común y comparten problemas, que colocan
a la luz de los medios: verdades y mentiras, entendiendo a las primeras, como aquello que da
seguridad, certeza y conanza sobre la veracidad y pertinencia de los mensajes; las segundas
están radicadas en el engaño, el ardid y el articio de los lenguajes que encubren y trasgreden
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la veracidad y la certeza, lo que carece de fundamento ontológico y epistemológico; mientras
que, por otro lado, los bots son ensambles de información emitidos, captados y desarrollados
en distintos tiempos y lugares, que se buscan acoplar con cierta coherencia persuasiva, para
auditorios en el presente en el que se emiten y editan; fundados en la mentira, el pánico, el
terror y el miedo; a través de los que se muestran y buscan dar, en apariencia, “respuestas
pertinentes” a la realidad temporal; esto es, analógicamente, virulencia informática.
Sida, virus informáticos, terrorismo… La virulencia llega cuando un cuerpo, un
sistema o una red expulsan todos sus elementos negativos y se resuelven en una
combinatoria de elementos simples. En este sentido, la viralidad está estrechamente
vinculada a la fractalidad y a la digitalidad. Como los ordenadores y las máquinas
electrónicas se han convertido en abstracciones, en máquinas virtuales, en
no-cuerpos, los virus campean en ellas (son mucho más vulnerables que las
máquinas mecánicas tradicionales). Como el cuerpo mismo se ha convertido en
un no-cuerpo, en una máquina electrónica y virtual, los virus se apoderan de él. La
medicina clásica ya no puede hacer nada contra la patología actual del cuerpo, que
afecta al cuerpo no como forma, sino como fórmula. […] Estas nuevas patologías
son las enfermedades de un cuerpo codicado modelado, son las enfermedades
del código y del modelo. El ser humano concebido como máquina electrónica y
cibernética se convierte en el terreno elegido por los virus y las enfermedades
virales, tal como los ordenadores se convierten en el terreno elegido de los virus
informáticos. (Baudrillard, 2000, pp. 9-10).
Empero, las “falsas mentiras,” los bots intencionalmente, desinforman y confunden; buscan
desprestigiar, o en su caso posicionar, a individuos, instituciones, gobiernos, organizaciones
sociales, empresas; están dirigidos a los diversos auditorios de la sociedad, en la que inciden
e impactan en los espacios donde se relacionan y comunican los seres humanos, ejerciendo
sobre ellos el control y dominio con falsedades y mentiras; porque los bots no pueden ser
considerados “verdades a medias” -la verdad y la mentira son lo que son y no se pueden
confundirse-, como se les llaman coloquialmente; porque ejercen formas de control
ideológico, político, social y de dominio, fundadas en el terror y el pánico, que permean,
penetran e invaden, las maneras de ver y mirar; de ser, pensar, actuar y decidir sobre la vida
y la existencia de los entes-seres históricamente situados y en situación, con un hipotético
discurso de defensa de derechos y libertades.
Esto, no es otra cosa, que relaciones de poder con un horizonte intencional para controlar
y dominar las conciencias a través del engaño y la mentira, porque, como bien señala
Nietzsche:
El intelecto como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas
principales ngiendo, puesto que este es el recurso merced al cual sobreviven los
individuos débiles y poco robustos, a quienes les ha sido negado servirse, en la
lucha por la existencia, de cuernos o de la alada dentadura del animal de rapiña.
En los hombres alcanza su punto culminante este arte de ngir; aquí en el engaño,
la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno,
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el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenicación ante los
demás y ante uno mismo, en una palabra el revoloteo incesante alrededor de
la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan
inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una
inclinación sincera y pura hacia la verdad. […] Además durante toda su vida, el
hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya
tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a
fuerza de voluntad, han conseguido iluminar los ronquidos. (2017, p. 23-24).
La mundaneidad pandémica mundial ha generado la desestabilización de la condiciones
de existencia y de participación de los sujetos(as) individuales y sociales y las formas de
relación entre ellos(as); más aún, está mediada por las formas ideológicas y de control, lo que
ha quebrantado, roto y fragmentado las relaciones sociales, políticas, económicas, culturales;
y lacerado las relaciones humanas y las concepciones del mundo y de la vida; para erigirse,
algunas veces, en lo que, aunque, no siempre, es necesariamente planeado, sino más bien,
ha sido el resultado de las condiciones históricas de las nuevas prácticas de poder, control y
dominio de los sujetos(as), de las conciencias y, en consecuencia, del ejercicio de la libertad
comprometida, responsable y solidaria, incluyente de la diversidad humana; esto limita,
controla y mediatiza la libertad y los derechos; lo que conduce de modo inevitable, aunque
no siempre intencional, al desequilibrio, la fragmentación y la crisis; y al rompimiento con las
relaciones de convivencia social.
Es decir,
Son todas formas virales, fascinantes, indiferentes, multiplicadas por la virulencia de
las imágenes, pues todos los medios de comunicación modernos, la información,
la comunicación, tiene a su vez una potencia viral y su virulencia es contagiosa.
Estamos en una cultura de la irradiación de los cuerpos y de los espíritus mediante
las señales y las imágenes, y si esta cultura produce los efectos más bellos, ¿cómo
asombrarse de que también produzca los virus más asesinos? La nuclearización de
los cuerpos empezó en Hiroshima, pero continúa de manera endémica e incesante
en la irradiación de los media, de las imágenes, de los signos, de los programas y de
las redes. ( Baudrillard, 2000, p. 24).
Allí donde la relación del cara a cara como forma de identicación, enticación y
diferenciación humana de la llamada normalidad anterior, ahora, se ha vuelto nebulosa,
difusa, mediatizada, virilizada de muy variadas y diversas maneras, ante la urgencia de
respuestas a la realidad de la “nueva normalidad;” la que se ejerce, a través de las redes
sociales y los medios de comunicación e información (TV y radio); para generar otras maneras
y alternativas que permitan explicar y analizar el fenómeno pandémico y sus posibles
consecuencias.
Lo que demanda construir, reconstruir, resemantizar, resignicar nuevos lenguajes;
marcos teóricos, epistemológicos y conceptuales; códigos y recodicaciones que expliquen el
fenómeno; esto es, deconstruir las maneras de entender y explicar lo real en la fenomenicidad
óntica y ontológica del acontecimiento pandémico, de la realidad circunstanciada de la
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“nueva normalidad,” con nuevas estrategias preventivas y de protección de la salud en las
relaciones convivenciales y de comunicación en los distintos espacios: familiares, escolares,
empresarial, de trabajo, sociales, económicos, productivos y culturales.
Así, puede decirse que tiempo y espacio son una forma de percepción sensorial e
intuición inmediata de la realidad y del mundo de la vida. Esto es la condición de toda
percepción activa limítrofe y de lo que es percibido por el ente-ser, como sujeto(a) social; es
decir, de toda experiencia y de lo experimentado, de lo vivido. La naturaleza, en el ejercicio
del pensar, está hecha de espacio y tiempo, construcción intelectual y dialéctica del ente ser
en la temporalidad de la experiencia, de la vida misma.
Esto se aplica a la necesidad urgente de comprensión de la “nueva normalidad,” donde se
combina la comprensión ontológica y epistemológica del pensar, de la razón; así, como de
dar razón sobre el problema y cómo enfrentarlo; esto es una forma gnoseológica y dialéctica
entre la objetividad y subjetividad de la razón, de la conciencia del sujeto(a) históricamente
situado, constituyente del todo, que busca construir procedimientos ontoepistémicos y
dialécticos del conocimiento entre el ser y el pensar.
El fenómeno de la pandemia, del coronavirus y sus variantes, se acentúa y crece en
los aspectos de los espacios temporales de la existencia y de la vida, en la urgencia de la
búsqueda de respuestas y alternativas de cura y prevención, ante la inminente destrucción
y muerte; esto es, allí donde los seres humanos, los objetos y las cosas llegan y se van en el
tiempo, en el acontecer, en la temporalidad de la existencia; es decir, no sólo están en el
tiempo, sino que son temporales.
Es por este motivo que el análisis de una pandemia, es reconocer la cantidad
increíble de sujetos afectados a nivel nacional, regional, continental y mundial; es algo que
afecta a todos los seres humanos en el mundo, sin exclusión de nadie. Por lo mismo, el
problema de la pandemia demanda respuestas y soluciones urgentes para la conservación
de la vida, la convivencia y la participación de las relaciones de los entes-seres que buscan
transgredir el estado de cosas existente, como las formas de entender y analizar las ideologías,
las representaciones e imaginarios sociales de la nueva realidad. Es volver y recuperar las
relaciones humanas de convivencia y de producción de los medios de vida y existencia, lo
que requiere rebasar la situación en la que nos encontramos, hasta ahora cautivos.
Lo que puede ser entendido como una relectura de los discursos políticos y losócos,
cientícos, tecnológicos que involucra una reformulación losóca de lo político y sus
implicaciones sociales.
El “discurso político” es, como todo “discurso,” un conjunto ordenado de
proposiciones signicativas, por el cual, en este caso, la “actividad política” señala
el objeto que le es propio, a saber, las relaciones sociales entre los hombres y
establece el grado y modo de mantenimiento o transformación. El móvil de
todo “discurso político” es una determinada “demanda social” que se encuentra
“formulada” de hecho en la sociedad misma y de la cual el “discurso político” es
su “reformulación.” Por otro lado, la demanda social es una exigencia formulada
en relación con el sistema de producción, es decir, que es fundamentalmente
de naturaleza económica. Frente a ella podemos decir que su “reformulación” es
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política a la cual se suma la justicación de la “reformulación,” que es losóca. El
momento político y el losóco integran normalmente la estructura del “discurso
político”. (Roig, 1973, p. 232).
4. PROPUESTA PARA UNA ÉTICA MUNDIAL
Quiere decir, que es necesario tomar conciencia de la nueva realidad histórica y asumir
lo que la “nueva normalidad” ha puesto a la luz, lo que estaba allí, operando y dominando
en la realidad y el mundo de la vida, pero que no se mostró en plenitud en las condiciones
precedentes; o más bien, porque no se pudo o no se quiso ver íntegramente, como son:
la enfermedad, la miseria, la pobreza, el hambre, la desigualdad, la injusticia, la exclusión,
lo más grave: la corrupción, considerada como la negación de los principios éticos, social
y democráticos; la repotenciación del desempleo, la destrucción y la muerte; todos ellos,
agelos que han acompañado a la humanidad a través de la historia.
Pero,
Buscar las raíces de la corrupción es tarea interminable. La corrupción es
insondable y, sin duda, consustancial al funcionamiento social. Pero al menos la
lucha anticorrupción evoca su espectro y nos lo ofrece en espectáculo. Ahora bien,
el espectáculo de la corrupción es una función vital en la democracia: funciona
de distracción, función pedagógica, función catártica. No despierta amargura
profunda, de lo contrario la rebelión rugiría en forma permanente. (Baudrillard,
2000, p. 168).
En la actualidad con el capitalismo y posteriormente, con el neocapitalismo, las nuevas
formas de producción y consumo trajeron como consecuencia, por el interés del capital y
del dinero, una pésima distribución del ingreso económico y carencia de una eticidad global
incluyente de la diversidad humana, con actitud y práctica solidaria que permita revalorar,
por encima de la ganancia y el capital, el valor ético de la persona humana, del ser humano,
concebido como sujeto: individual y social, históricamente situado, en la fenomenicidad
ontológica y praxológica de la existencia, donde todos(as) son innita y éticamente valiosos(as).
Ante este estado de cosas, la realidad histórica muestra que la globalización, una vez más,
hizo presente el triunfo de los fuertes sobre los débiles; tras el derrumbamiento, hace años,
del socialismo histórico-burocrático soviético; hizo su aparición y dominio, la economía del
mercado neoliberal global, sin rostro humano; donde, una vez más, se muestra el triunfo
de los mercaderes, dueños del capital. Los que delirantes de sus victorias económicas
y de formas de vida, pusieron en cuestión las normas éticas, políticas, religiosas, sociales
y económicas existentes; tachándolas y negándolas, al considerarlas como obstáculos,
distorsiones e ineciencias que obstruyen la economía del libre mercado y la competencia;
desaparecieron cínicamente las inhibiciones del dominio y control de los fuertes y poderosos,
económicamente, sobre los débiles, los marginados, los excluidos, los explotados; lo que ha
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llevado a los seres humanos, a la humanidad toda, hasta el límite: a un viaje sin regreso, de
destrucción de la naturaleza y de la vida.
La “nueva normalidad” mostró todas las miserias humanas, pero, lo más grave, es que
empresarios muy ricos, fuertes y poderosos a nivel nacional, regional y mundial multiplicaron
sus ganancias de manera exponencial. Ante esto, se requiere reconocer y reorientar las
formas de relación humana y de producción económica, social, política, de derecho, justicia y
equidad y de solidaridad incluyente del cuidado de sí, de la naturaleza y del medio ambiente.
Lo que demanda, tentativamente, plantear una prognosis; es decir, hacer un pronóstico
sobre la posibilidad de futuro de los entes-seres, de los seres vivos y de la naturaleza; repensar
el problema sin ideologías impuestas, prestablecidos, sino más bien, planteadas con un
horizonte común, como es la defensa de la vida humana, la sobrevivencia del ser humano y
la vida en el planeta; porque en esto nos va la existencia y el futuro de la humanidad.
La nueva realidad de la “normalidad,” antes como ahora, con mayor fuerza ahora, requiere
con urgencia de una ética mundial incluyente de todos los seres humanos. Porque no es
el mercado global el que plantea como alternativa la posibilidad de una ética mundial
incluyente, porque ese no ha sido el propósito; allí donde los seres humanos sin exclusión
de nadie ni de nada de la naturaleza; contrario a esto, el neocapitalismo considera a la ética
mundial de reciprocidad equilibrada y justa, como atentatorio a la economía del mercado y
la ganancia mundial.
Por esta razón es importante replantear y refundamentar una ética mundial, no obstante,
las grandes tensiones existentes entre la pluralidad de las tradiciones éticas y la posibilidad
de una ética mundial, racional, incluyente y común, universalizable, que reconozca al
ser humano, a todo ser humano, como ser libre y autónomo, que demanda respeto
y reconocimiento de la dignidad e integridad como persona; a la vez, de autorrespeto y
autorreconocimiento. Es una ética mundial comunitaria incluyente de la diversidad humana,
de relaciones y compromisos recíprocos.
Lo que quiere decir, que
Entre las aspiraciones iguales de todos los sujetos y el respeto de su cualidad
subjetiva existe una simetría fácil de ver: quien se entiende a mismo, como
cuestión de principio, como persona digna de respeto, concederá también a todos
los demás seres humanos la misma pretensión de respeto y reconocimiento
incondicionales como personas. En esta ética de la reciprocidad, es decir, de la
mutua obligatoriedad entre los seres humanos de las vinculaciones morales
fundamentales, se reconoce también el núcleo humanístico culturalmente
invariante de todas las grandes tradiciones éticas. Dicho de otro modo: el punto de
vista universal de lo moral, es inherente a todas las tradiciones morales especícas
de las distintas culturas, y a partir del cual puede fundamentarse totalmente un(a)
<<ética mundial>> que las trascienda, se da a partir de la general lógica normativa
de la interhumanidad. (Ulrich, 2006, p. 35).
Solicita reconocer, que la losofía y la eticidad no hacen pronósticos futuristas, porque
surge del ejercicio dialéctico práxico de la experiencia de vida; porque, la losofía y la ética
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están obligadas a problematizar el acontecimiento pandémico y las formas de vida que
hoy existen a nivel mundial, desde un horizonte ético comprometido y responsable con los
otros(as), con la naturaleza y el medio ambiente; sin exclusión de nadie ni de nada. Es asumir
praxológica y prácticamente, en la praxis: un ejercicio comprometido y responsable, para
ir más allá de los intereses del mercado y del consumo neocapitalista; a aquello que dé
sustento ontológico y fenoménico a la realidad histórica del presente.
Porque, como decía Hegel, al respecto, con una extraordinaria metáfora, sobre la razón
y el pensar con sentido de verdad problematizadora: El búho de Minerva levanta su vuelo
al atardecer (Hegel, 1968). Es decir, la losofía, la razón, el pensar es concebido en la losofía
hegeliana, antes que Heidegger, Nietzsche y muchos otros, como el n o muerta de la
losofía, de la metafísica; del sujeto, de la historia, lo que sería sustituido, según Hegel, por las
ciencias de la naturaleza y la técnica.
Es decir, es hablar con sentido de verdad cientíca, en el devenir de la totalidad y de las
totalizaciones presentes, como serie de transformaciones que el sujeto(a), como conciencia
histórica lucida y situada, realiza sobre la realidad y el ser como acontecimiento histórico, en
la dialecticidad del proceso de la veracidad cientíca y tecnológica.
Porque,
La losofía, por lo demás, llega siempre demasiado tarde. Como el pensar del
mundo surge por primera vez en el tiempo, después que la realidad ha cumplido
su proceso de formación y está realizada. Esto, que el concepto enseña, la historia
lo presenta, justamente necesario; esto es, primero aparece lo ideal frente a lo real
en la madurez de la realidad, y después él crea a este mismo mundo gestado en su
sustancia, en forma de reino intelectual. Cuando la losofía pinta al claroscuro, ya
un aspecto de la vida ha envejecido y en la penumbra (y) no se lo puede rejuvenecer,
sino solo reconocer; el búho de Minerva inicia su vuelo al caer del crepúsculo.
(Hegel, 1975, p. 17).
De tal manera, la “nueva normalidad” ha transgredido las formas conceptuales
de entendimiento y comunicación, que hipotéticamente buscan el justo medio, la
proporcionalidad; ante esto, es signicativo resemantizar, resignicar, decodicar nuevos
lenguajes que permitan aprehender y expresar la realidad pandémica en que se vive,
como sus consecuencias psicológicas, sociales, políticas, económicas, losócas, éticas y
culturales; la situación es de tal complejidad, que no es fácil abordarla directamente, porque
está cargada de contradicciones, oposiciones, resistencias, aberraciones; absurdos de muy
distinto carácter sobre la salud, la enfermedad, la normalidad y lo patológico; lo social, la
política, la económica y la ética.
Allí donde lo patológico, lo anormal, la enfermedad amenaza con romper y fragmentar
cualquier concepción de la normalidad precedente; esto requiere mirar las cosas desde otra
dimensión, vinculada con el avance de las ciencias y la tecnología, que, en otras condiciones
y tiempos históricos, de pestes, pandemias, enfermedades psicosomáticas, de muy diverso
carácter, en el tiempo, diezmaron a grandes poblaciones del planeta.
No puedo dejar de citar en extenso, lo que al respecto señala Michel Foucault:
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Hasta nes del del siglo XVIII, lo normal permanecía implícito en el pensamiento
médico, y sin gran contenido: simple punto de referencia para situar y explicar
la enfermedad. Se convierte para el siglo XIX en una gura en pleno relieve. A
partir de él la experiencia de la enfermedad tratará de ilustrarse y el conocimiento
siológico, en otro tiempo saber marginal para el médico y puramente teórico va a
instalarse […], en el corazón mismo de toda reexión médica. Hay más: el prestigio
de las ciencias de la vida del siglo XIX, el papel del modelo que éstas han tenido,
sobre todo en las ciencias del hombre, no está vinculado primitivamente al carácter
comprensivo y transferible de los conceptos biológicos, sino más bien al hecho de
que estos conceptos estaban dispuestos en un espacio cuya estructura profunda
respondería a la oposición de lo sano y de lo mórbido. Cuando se habla de la vida de
los grupos y de las sociedades, de la vida de la raza, o incluso de la “vida psicológica,”
no se pensará en principio en la estructura interna del ser organizado, sino en la
bipolaridad médica de lo normal y lo patológico. La conciencia vive, ya que puede
ser alterada, amputada, desviada de su curso, paralizada; las sociedades viven ya
que hay en ellas enfermos que se marchitan, y otros, sanos, en plena expansión;
la raza es un ser vivo que se degenera; y también las civilizaciones cuya muerte se
ha podido comprobar tantas veces. Si las ciencias del hombre han aparecido en
el prolongamiento natural de las ciencias de la vida, no es porque ellas estaban
biológicamente subtensas, sino médicamente: se encuentra en su estructura de
origen una reexión sobre el hombre enfermo, y no sobre la vida en general, una
reexión presa en un problema de división más que en un trabajo de unicación,
e íntegramente ordenada para el emparejamiento de lo positivo y de lo negativo.
(1966, p. 61-62).
Ahora, con la pandemia del coronavirus y sus variantes, se ha puesto en cuestión la
sobrevivencia del ser humano, no obstante, del avance cientíco y tecnológico. En esta nueva
realidad aparece y redimensiona la tesis darwiniana de la selección natural; la que tiene una
raíz biológica, pero inhumana, donde domina la supervivencia y la ley del más fuerte.
Lo que ha colocado en la picota a La Filosofía como metafísica fundante y declarado el n
del sujeto, de la historia, de los grandes discursos totalizadores. Es la caída de la conciencia
racional del sujeto consciente, que interroga y duda, por método, sobre la realidad y el ente-
ser, para ser presa de las formas y las relaciones de poder y dominio de las nuevas fantasías
ideológicas del poder; donde los seres humanos son sólo mediaciones, objetos, cosas,
mercancías; allí donde el neocapitalismo antepone la salud mundial, a los intereses del
mercado y consumo; los países ricos y poderosos se han apropiado del derecho de posesión,
dominio y control de la investigación cientíca y tecnológica; como es el caso, por ejemplo,
de la distribución de las vacunas en el mundo; allí, donde la vida ética es innita y valiosa;
lo cual ha provocado, con la pandemia, mayor fragmentación y ruptura de los equilibrios
sociales, políticos, económicos, culturales e ideológicos; se ha destruido el hábitat natural, la
Naturaleza, la vida toda, de la Casa Común.
Esto es la lógica del desencanto por el mundo, lo que demanda transgredir las formas
de organización social, de comunicación e información; es urgente reubicar y recuperar el
sujeto histórico y el espacio temporal allí donde la vida acontece.
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Pasar a la acción por lo general está mal visto: correspondería a un levantamiento
brutal de la inhibición, y por lo tanto a un proceso psicótico. Parece que esta
obsesión por el paso a la acción determina en la actualidad todos nuestros
comportamientos: temor obsesivo a todo lo real, a cualquier acontecimiento real,
a cualquier violencia real, a cualquier goce demasiado real. Contra esta obsesión
por lo real hemos creado un gigantesco dispositivo de simulación que nos permite
pasar de la acción in vitro […]. A la catástrofe de lo real preferimos el exilio de lo
virtual, cuyo espejo universal es la televisión. (Baudrillard, 2001, p. 16).
Ante todo, no es necesario declarar las pompas fúnebres de la losofía, del sujeto, de la
historia, de la realidad toda; sino más bien, del recomienzo de la losofía moderna radical
nuestroamericana y mundial; de reconocer que el pensamiento puro, como producto humano,
no existe, sino que está imbricado, subsumido y devorado por la impureza de lo accidental,
del acontecimiento. «La secularización de los procesos cognitivos exigen claramente mucho
más tiempo del que fueron capaces de prever la mayoría de los positivistas del siglo XIX, los
físicos de partículas del XX o los neurocientícos de XXI». (Sloterdijk, 2013, p. 15).
Es decir, ahora ya no es posible hablar de pensamiento puro, ni de ciencia pura, sino de
una relación dialéctica y dialógica de intercambios, inter y transdisciplinarios; menos aún,
hablar de una losofía fundada en la contemplación, en la vacua ensimismación, dentro
de sí mismo, sin compromiso, ni responsabilidad ética con el mundo y con los otros(as).
La hipotética neutralidad ideológica de la losofía y de las ciencias naturales y sociales
es insostenible, porque como producto humano, están permeadas, contaminadas por la
ideología, las ciencias sociales y naturales. Esto nos recuerda al gran Epicuro, donde -para
éste- el vivir pleno, solo es posible en la realidad praxológica de la vida y de la existencia,
en la experiencia de vida en la naturaleza éticamente comprometida, responsable con la
comunidad, lo que constituye el modo propio del ser humano en plenitud. (Epicuro, 1941).
Lo que bien entendido, puede ser una praxis dialógica y dialéctica de intercambios
ejercitantes, del ejercicio del pensar en la practicidad del acontecimiento, con las otras(os)
de las losofías y las ciencias, más allá de los intereses del neocapitalismo, que busca el
mercado y la ganancia; porque todo en éste se compra y se vende; solo tiene valor de uso
y valor de cambio; pero lo que aquí se está proponiendo es contrario al neocapitalismo;
porque ha de estar al servicio de los seres humanos, sin exclusión, de clase, color de piel,
riqueza, género, como de las formas del ser y estar en el mundo.
Ante ello, el recurso ideológico de la pureza del pensar solitario, es falso; el pensar tiene
un referente materialmente humano y social; porque una losofía o ciencia sin relación
intencional de comunicación, diálogo de intercambios teóricos, ontológicos y epistemológicos
sobre el problema de la vida y el bien común, es inviable, concebirlo desde un pensar puro;
porque requiere del ejercicio, de la práctica, de la actividad social comunitaria, productiva y
ética.
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5. CONCLUSIÓN
Ya no es posible hablar de un pensamiento puro, ni de ciencia pura, sino de una relación
dialéctica y dialógica de intercambios, inter y transdisciplinarios; menos aún, hablar de una
losofía fundada en la contemplación, la hipotética neutralidad ideológica de la losofía y
de las ciencias naturales y sociales es insostenible, porque como producto humano, están
permeadas, contaminadas por la ideología, las ciencias sociales y naturales, no es necesario
declarar la muerte de la losofía, del sujeto, de la historia, de la realidad toda; sino más bien, del
recomienzo de la losofía moderna radical nuestroamericana y mundial; de reconocer que el
pensamiento puro, como producto humano, no existe, sino que está imbricado, subsumido
y devorado por la impureza de lo accidental, del acontecimiento el recurso ideológico de la
pureza del pensar solitario, es falso; el pensar tiene un referente materialmente humano y
social; porque una losofía o ciencia sin relación intencional de comunicación, diálogo de
intercambios teóricos, ontológicos y epistemológicos sobre el problema de la vida y el bien
común, es inviable, concebirlo desde un pensar puro; porque requiere del ejercicio, de la
práctica, de la actividad social comunitaria. La nueva realidad de la “normalidad,” antes como
ahora, pero con mayor fuerza ahora, requiere con urgencia de una ética mundial incluyente
de todos los seres humanos. Ya no es el mercado global el que plantea como alternativa la
posibilidad de una ética mundial incluyente, porque ese no ha sido el propósito; allí donde
los seres humanos sin exclusión de nadie ni de nada de la naturaleza; contrario a esto, el
neocapitalismo considera a la ética mundial de reciprocidad equilibrada y justa, como
atentatorio a la economía del mercado y la ganancia mundial, es importante replantear
y refundamentar una ética mundial, no obstante, las grandes tensiones existentes entre la
pluralidad de las tradiciones éticas y la posibilidad de una ética mundial, racional, incluyente
y común, universalizable, que reconozca al ser humano, a todo ser humano, como ser libre
y autónomo, que demanda respeto y reconocimiento de la dignidad e integridad como
persona; a la vez, de autorrespeto y autorreconocimiento, es decir, hacer un pronóstico sobre
la posibilidad de futuro de los entes-seres, de los seres vivos y de la naturaleza; repensar
el problema sin ideologías impuestas, prestablecidos, sino más bien, planteadas con un
horizonte común, como es la defensa de la vida humana, la sobrevivencia del ser humano y
la vida en el planeta; porque en esto nos va la existencia y el futuro de la humanidad.
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